Oración de sanación
Oración de sanación
Señor Jesús, Te agradezco por el don de la vida.
Tú conoces las personas y las circunstancias que
me han formado ya sea física como emocional y
espiritualmente. Ellas, y las más íntimas experiencias
de mi mente y de mi corazón, me han hecho la persona
que soy ahora.
Perdóname, Señor, por todas las veces que te he
fallado, por mi fallos contra mi mismo y los demás.
Al mismo tiempo, perdono a todos los que me han
fallado de alguna manera y me han herido.
Oh Virgen María, Salud de los enfermos,
que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario
y has permanecido junto a la cruz en la que moría tu Hijo,
participando íntimamente de sus dolores,
acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él,
para que las semillas esparcidas durante el Jubileo
sigan produciendo frutos abundantes en los años venideros.
Madre misericordiosa, con fe nos volvemos hacia Ti.
Santa María, Madre de Dios y de la Iglesia, Nuestra Señora de Guadalupe, tu fuiste elegida por el Padre para el Hijo a travéz del Espíritu Santo.
Tu eres la Mujer vestida con el sol a punto de dar a luz a Cristo mientras Satanás, el Dragón Rojo, espera para devorar vorazmente a tu Hijo.
Inspíranos para que recordemos que sin Ti nada podemos y que lo que hacemos por los más pequeños, especialmente los indefensos bebés por nacer, tan amados por ti, lo hacemos por tu Hijo, que vive y obra en nosotros.
Padre Celestial, Tú has querido que en María
se reflejase tu amor.
¡Gracias por habernos dado una madre tan
perfecta! Ella es para nosotros una nueva
revelación de todos los tesoros de bondad
que se encuentran escondidos en tu corazón
paterno, nos muestras hasta que punto Tú
eres bueno y dulce en tu amor.
Antífona del Oficio de la Pasión
Santa Virgen María,
no ha nacido en el mundo
ninguna semejante a ti entre las mujeres,
hija y esclava del altísimo y sumo Rey,
el Padre celestial,
Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo,
esposa del Espíritu Santo:
ruega por nosotros
ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro.
Gloria al Padre. Como era.
Madre, una gracia te pido,
que me sanes en cuerpo y alma,
sé que debo despojarme de mi orgullo,
y de todos mis pecados.
Qué lejos estaba de Ti,
qué negro velo cubría mi alma,
hoy te descubro y quiero vivir,
detiene tu mano, pósala en mi corazón.
Amén.
Santa María Madre de Dios,
Soberana señora de los ángeles,
A Ti se te ha dado poder desde siempre por Dios
Para pisar la cabeza de Satanás,
Nosotros te pedimos humildemente
Nos envíes tus legiones santas
Para que bajo tu orden y tu poder
Ellos persigan los demonios,
Los rechacen de todas partes,
Repriman sus audacias y los arrojen al abismo.
Oh! Buena madre, sé siempre nuestra esperanza;
Santos ángeles y arcángeles,
"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).
Mientras se acerca el final de este Año Jubilar,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:
"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".