La mujer que secó la sangre de Jesús, 4 de febrero
Etimológicamente significa “imagen verdadera”. Viene del griego y del latín.
Cuando piensas en el Calvario y su largo camino hasta llegar a su cima, se te viene en seguida a la memoria la imagen verdadera de una mujer que, viendo a Jesús sangrando por su cara y por todo su cuerpo, se le acercó para secarle la sangre.
Desde luego que era valiente para romper todos los esquemas y habladurías posteriores. A la persona de corazón valiente, nadie ni nada le atemorizan.
Cristo, al ver su buena voluntad y el deseo de consolarle en su doloroso camino hacia la muerte, la recompensó dejando su imagen grabada en el paño con el que había enjugado la sangre.
Hay muchas leyendas en el fondo de esta narración. Dicen que el mismo Cristo envió este paño al rey de Edesa con su imagen.
A todo esto, la piedad occidental añadió un elemento de la búsqueda del Graal, el cáliz con el que Cristo celebró la última cena antes de su muerte.
Otros dicen que Verónica era la mujer de Zaqueo, y que los dos vinieron juntos a Soulac y Amadour.
Lo que importa en este día es que nos fijemos – como si fuera una película o una conexión con una página web de internet – en las mujeres que lloraron durante la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo el Señor.
Jesús, tan atento a cualquier detalle que tuvieran para con su persona, desvió el problema de las lágrimas hacia quienes sufrían en Jerusalén. Y les dijo:" Llorad por Jerusalén y sus hijas".
A lo largo y ancho de la historia de estos nombres que lees cada día, habrás tenido la ocasión de ver cómo a muchas mujeres y a hombres, Jesús les ha concedido y les sigue dando el favor de que las huellas de su Pasión queden grabadas en sus propios cuerpos.
Tuve una vez la suerte de ver uno de estos paños en los que estaba reflejada la imagen de Cristo. Hace muchos años, pero creo recordar que fue de Teresa Neuman.