Sara de Antioquía, Santa
Mártir, 20 de abril
Etimológicamente significa “princesa”. Viene de la lengua hebrea.
Dios nos quiere creadores con él. El ha aceptado un riesgo inmenso. El ha querido al ser humano no como un autómata pasivo, sumiso, sino libre para decidir personalmente el sentido de su vida, libre para ser creador o no.
No es la Sara que sale en la Biblia. Esta fue la mujer de Sócrates, un militar del emperador Diocleciano. Sufrió el martirio porque era creyente y había mandado que sus dos hijos recibieran el bautismo.
Fue más valiente que su marido. Era también cristiano, pero por su pasividad y temor a perder su puesto de alto rango militar, renegó de su fe cristiana.
El bautizo fue muy original. Iba en barco a Alejandría para celebrarlo en la iglesia. Pero se levantó un gran temporal que todos temían un naufragio seguro.
Sara, al ver el peligro que corrían, se hizo sangre en el pecho, y con ella hizo la señal de la cruz en sus frentes, y a continuación los sumergió por tres veces en el agua del mar para que muriesen como hijos de Dios.
Se calmó el mar y el viaje continuó hasta Alejandría. Ella se dirigió en seguida al obispo para explicarle el caso.
Este estaba administrando el sacramento del bautismo. Ella se puso en fila para que bautizaran a sus dos hijos porque dudaba si lo que había estaba bien.
Cuando llegó el momento del bautizo de su hijos, el agua se secaba. Así ocurrió por tres veces.
Al final de la ceremonia, el obispo le dijo – tras oírla – que el que ella había celebrado, era totalmente válido. Era inútil repetirlo.
Cuando llegó a casa, le contó la historia a su marido Sócrates, y éste, a su vez, a Diocleciano. Irritado, mandó que la mataran a ella y a sus hijos en una hoguera. Eran los años que van entre el 300 al 310.