Julio 11
Etimológicamente significa “de buena salud”. Viene de la lengua alemana.
Estamos hoy ante la primera cristiana que existió en Rusia. Era originaria del Norte de Europa y, más concretamente de la actual Suecia, llamada en aquel tiempo (969, año en que murió), Rusland o el país de los Varegos.
En el año 913 contrajo matrimonio con el príncipe Igor de Kiev. Fue uno de tantos señores como llegaron navegando desde el Báltico al Mar Negro y Bizancio.
Tuvo la desgracia de que le asesinaran a su marido. Ella, armada de valor y de constancia, llevó a cabo la regencia durante la minoría de edad de su hijo Svistoslav con una gran dignidad y diplomacia.
Una vez que oyó hablar del cristianismo y, tras una larga preparación, pidió ser bautizada en Constantinopla en el año 945.
Le pidió al emperador de Alemania, Otón el Grande, que le enviara misioneros para convertir a sus súbditos, pues todavía seguían practicando los sacrificios rituales a los falsos dioses.
Quien no aceptaba la nueva religión, era masacrado, a excepción del jefe san Adalberto.
Su nieto san Vladimiro, hijo de Svistoslav, impondría más tarde al pueblo ruso la religión cristiana como la oficial del Estado (987).
Cuando Olga, como cualquier creyente auténtico, descubre la alegría de encontrarse con Dios, ya no da pasos atrás, sino que intenta que todo el mundo abrace la religión verdadera, para sentirse amado por Dios que nunca hace daño a nadie porque se llama a sí mismo Amor.
Todas estas ideas entraban fácilmente en gente buena y que no tuviera apegos ni prejuicios contra la verdad.
Ellos eran conscientes de que sus dioses tienen boca pero no hablan, orejas pero no oyen. Querían descubrir el Dios de los cristianos que siempre está vivo y habla mediante su Palabra sagrada y sus Sacramentos, los signos visibles de su presencia entre nosotros.