María Magdalena de Maetinengo, Santa
Virgen, 7 de julio
Etimológicamente significa “princesa delas aguas”, en lengua siria; “Espejo”, en lengua hebrea.
Hay persona que aman y lo expresan con su vida más que con la boca.
Hacen suyas las palabras escritas hace casi tres mil años:"Los designios de Dios para vosotros son designios de paz y no de desgracia. El quiere ofreceros un porvenir."
María Magdalena fue una virgen del siglo XVIII.
Cuando se habla del setecientos, se piensa en una sociedad refinada.
Es verdad que fue el siglo del Iluminismo y dela Revolución. En esta época hay que situar a María Magdalena, perteneciente a una familia aristocrática de Brescia, Italia.
Aunque se quedó huérfana, Dios no la iba a abandonar. Se marchó a un colegio de postín para aprender de todo lo bueno y bello que existe en el mundo: desde la ciencia hasta las buenas maneras.
Nadie pensaba que la joven, que había ido al Carnaval de Venecia, se metiera a monja capuchina.
De hecho, en el año 1705 la joven entraba en el monasterio de las capuchinas con el nombre de santa María Magdalena.
Quería imitar a todos los santos que leía y meditaba en su corazón. Quería hacer vida en ella todo cuanto de grande y hermoso hay en la biografía de estas personas.
Se imponía grandes sacrificios y duras penitencias. Cuando los mundanos buscaban placeres y emociones excitantes, ella, por el contrario, buscaba la forma de santificarse mediante la ascesis.
Se impuso a sí misma hablar tan sólo cuando fuera necesario.
Murió a los 49 años en el 1736, después de 30 de vida religiosa.
Cuando la llevaron a los altares, el Papa León XIII insistió en su mortificación y en su gran sentido de la oración.