Monja, 9 de diciembre
Etimológicamente significa “ilustre,”. Viene de la lengua latina.
Pablo escribe a Timoteo: “No hagas estéril el don que has recibido”.
Esta joven nació en Roma y murió en Todo en 1744.
Cuando era todavía joven, entró en el convento de las Clarisas de Todi, 1712.
A sus 15 años floridos buscó que su primavera se disfrutara en las cosas del Señor, a pesar de los sufrimientos que le aguardaban.
A esta edad comenzó a tener fenómenos extraordinarios que se reproducían en su vida.
Los médicos y el confesor lo atestiguaron. Tenía éxtasis prolongados con revelaciones que le venían dela Virgen y el Señor.
En el transcurso de una de ellas, Jesús le puso el anillo que simbolizaba su matrimonio espiritual.
Sus manos, sus pies y su costado se marcaron con los estigmas de la Pasión de Jesús, y a veces le sangraban
En su cabeza una corona de espinas que atravesaban su interior.
Por la frente sudaba gotas de sangre.
El demonio, descontento – suponemos – con tanta inspiración divina – le sometía a un mido continuo.
Le daba golpes, la tiraba por las escaleras y le metía en la cabeza la idea de que se suicidara.
Ella, sin embargo, se sentía consolada por Dios y le alentaba en el camino a la santidad.
Desde luego, que para los que leemos todos estos dones, recordamos las palabras de Pablo a Timoteo: No hagas estéril el don que has recibido.