Terenciano, Santo
Mártir, 1 de septiembre
Etimológicamente significa “ atento, delicado”. Viene de la lengua latina.
En la vida de todo creyente y ser humano tiene que haber tiempo para él mismo. El cambio personal no es automático, sino un proceso. Quien no se da tiempo a sí mismo anda despistado en todos los sentidos.
Llegó a ser creyente porque se enamoró de la Biblia y de la fe que veía reflejada en los primeros cristianos que llegaron a la ciudad de Todi, Italia.
Dios, en premio a su buena voluntad y a su cuidado por la gente de esta ciudad, el pueblo lo nombró su querido obispo. Muchos paganos se fueron convirtiendo a la fe de Cristo por las maravillas que hacían los cristianos.
La envidia de los sacerdotes paganos crecía hacia él cada día más. Por eso, llevados por su envidia y enfurecidos porque le quitaban su clientela, lo denunciaron al emperador Adriano.
Cuando estuvo ante el tribunal, el juez se quejaba de que los sacerdotes paganos, sus vírgenes y demás oferentes, no conseguían nada de los dioses.
Terenciano contestó:"El único Dios verdadero, muerto y resucitado, es quien hace la obra que está viendo".
Indignado el señor juez, mandó que lo ejecutaran. Y mientras se le iba la vida, repetía estas palabras:"Señor, sean confundidos los que adoran a dioses falsos y se glorían de sus ricas imágenes".
Y sucedió que un sacerdote pagano quedó ciego y los templos se cayeron al suelo.
Señor juez, ésta es la respuesta del cielo. Y el santo volvió a decir:"Gloria a ti, Jesús bendito, que colmas de bendiciones a quienes creen en ti".
¿Dónde está tu Dios?, preguntó el juez. Y Terenciano contestó:"Está conmigo y si tú creyeras en él, encontrarías misericordia".
Irritado, mandó que le cortaran la lengua hasta que descansó en la paz de Dios. Esto sucedía el año 85.