Simeón de Rojas, Santo
Presbítiero, 1 de septiembre.
Simón de Rojas, a quien Lope de Vega compara con san Bernardo por su gran amor a la Virgen, nació en Valladolid (España), el 28 de octubre de 1552.
De pequeño, Simón era introvertido, no muy bueno para los estudios y tenía un defecto para hablar por el que se burlaban de él. Aventajaba a los demás en la devoción a la Virgen. Tenía trece años cuando pidió ingresar en el convento trinitario de Valladolid. Dado que la orden admitía a la profesión religiosa hasta los veinte años cumplidos, la preparación de Simón fue muy larga. Hechos los votos marchó a Salamanca para estudiar humanidades clásicas, filosofía y teología, en su célebre universidad. De camino a Salamanca se detuvo unos días en el santuario trinitario de Nuestra Señora de las Virtudes. Al reemprender el viaje a Salamanca los demás se dieron cuenta de que ya no tartamudeaba. Todos consideron que había sido un milagro de la Virgen.
Fue ordenado sacerdote en el año 1577 y comenzó a ejercer el ministerio como capellán de las monjas trinitarias de Villoruela, pueblo agrícola de las cercanías de Salamanca, recorriendo también otros lugares de la comarca salmantina. En 1581 fue destinado al convento de Toledo como profesor de filosofía y teología. Entre sus alumnos estuvo Juan Bautista Rico, quien sería reformador de la orden trinitaria y canonizado en 1975.
Desde 1579 fue superior de diversas comunidades, visitador y ministro provicial. Aunque algunas de las comunidades que le tocó regir fueron muy numerosas, nunca se limitó a trabajar en el ámbito de los conventos. Dedicaba mucho tiempo a la predicación, al confesionario, a visitar a enfermos y asistir pobres y necesitados. Los temas más frecuentes de su predicación eran la santísima Virgen, la pasión del Señor y el amor de Dios.
El rey de España, Felipe III, pidió que lo trasladaran a la corte real de Madrid, donde permaneció veinte años. Allí desarrolló una gran labor en favor de los pobres, para quienes organizó colectas y la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, para ayudar a los pobres. En ella se inscribieron el rey Felipe III y la familia real, como también muchos nobles, que no despreciaron ver sus nombres al lado del de gente del pueblo sencillo. El padre Simón, que fue educador del príncipe y las infantas y confesor de la reina, nunca usó su influencia sino para ayudar a la gente humilde.
La popularidad del padre Rojas era enorme, especialmente en los arrabales de Madrid, donde abundaban los pobres y reinaba la miseria. Por eso, cuando murió, el 29 de septiembre de 1624, un alud de gente se precipitó hacia el convento de los trinitarios. Su cadáver estuvo expuesto al público durante doce días porque todos querían verlo y tocarlo por última vez. Los funerales se asemejaron más a una canonización popular que a una despedida. Fue beatificado por el papa Clemente XIII el 13 de mayo de 1766 y canonizado el 3 de julio de 1988 por el papa Juan Pablo II.
Este día también se festeja a San Josué, San Gil, Ignacio Clemente Delgado, Terencianoy San Gedeon