Mártir, 23 de febrero
Etimológicamente significa “tranquilo, pacífico, transparente”. Viene de la lengua latina.
El creyente no mira atrás, sino que pone sus ojos en Cristo para tirar hacia delante. Confía plenamente en el Evangelio. Este es quien te da las fuentes de tu júbilo interior.
Hoy estás ante un mártir cristiano del siglo IV. Lejos en el tiempo, pero cercano por su forma viva de vivir el cristianismo.
Es tan bello su nombre como un cielo de primavera.
Igualmente es bella la leyenda que se le atribuye a este joven. Trabajaba como jardinero y floricultor. Era griego de origen.
Al contacto con la naturaleza, pensó que lo mejor para su vida, era entregarse al Señor por entero, llevando un estilo de vida semejante o igual a muchos tantos otros ermitaños.
Su gran pasión eran las flores y los jardines. Para él constituían un medio para hacer continuamente oración y contemplación.
Desde estas cosas naturales, él se remontaba con facilidad al Creador de todas ellas.
Dice que sus flores eran las más bellas de Panonia.
Se cuenta que un día vio pasear sola por su jardín a la mujer de un general. Era la cosa más normal ayer, hoy y mañana. Pero lo raro es que estaba paseando sola a la hora del mediodía.
Estaba prohibido por aquel tiempo esa hora de salida. Sereno le hizo ver que no era lo más adecuado.
Esta advertencia le sentó muy mal. Se lo contó a su marido. Y éste, sin dudar lo más mínimo, mandó a los soldados para que arrestaran a Sereno. No fue al juicio por ser cristiano, sino por difamación. El juicio fue una farsa. Le cortaron la cabeza.