Sacerdote, 9 de febrero
Etimológicamente significa “roca”. Viene de la lengua hebrea.
Una reconciliación sin justicia sólo conduce a compromisos. Una distribución no equitativa de las riquezas es una herida hecha a toda la comunidad humana, mucho más cuando dichas riquezas son retenidas por los cristianos.
Este joven, muerto en el siglo VIII, dio muestras fehacientes de que el dinero se tiene para compartirlo y nunca para oprimir a un pueblo.
La herida que le infligieron los intransigentes e intolerantes musulmanes viene hoy a nuestra página del Santoral. Me imagino que algunos que tanto critican la Inquisición Española – ya como un tópico – posiblemente ignoran las tremendas inquisiciones llevadas a cabo por el Islám ayer, hoy y mañana ( mañana, ojalá que no).
Este joven fue contemporáneo de san Juan Damasceno. El objetivo de su vida fue luchar contra las herejías maniqueas.
Cuando se presentó la ocasión – eran otros tiempos – también luchó contra los musulmanes.
Y ya se sabe: quien tiene el poder puede hacer lo que quiera. El califa Walid, al oír hablar de que Pedro hablaba mal contra el Islám, mandó que lo detuvieran.
Como medida preventiva – y para evitar males mayores – le cortó la lengua con la espada.
Y como premio lo envió desterrado a Arabia.
Desde luego, es digno de admiración el grado de santidad que tenía. En esta misma nación, aún estando mudo, continuó enseñando la verdad cristiana mediante el testimonio de su vida y escribiendo libros para ilustrar a la gente.
Como sacerdote, aunque no podía hablar, celebraba los misterios de la fe sin miedo a nadie.
Cuando enfermó, todo el mundo sintió su muerte y su salida para la casa del Padre.