Junio 15
Etimológicamente significa “roca, piedra”. Viene de la lengua hebrea.
Nada aproxima más a la misteriosa presencia del Resucitado, Cristo de comunión, que está plenamente en este misterio de comunión que es su Cuerpo, la Iglesia.
Pedro. Fue un confesor del siglo XIV. Era frecuente en la Edad que se tratara de locos a las personas que inspiraban deseos de santidad.
No te olvides de que era una sociedad – tanto como ahora – utilitaria y práctica.
Esto le pasó al santo de hoy. Nació en Foligno entre el año 1200 y 1300, esto es, en uno de los períodos más fervorosos en Italia.
Recuerda que fue la edad de Dante, Giotto, Bonifacio VII y de Arnolfo.
Pero la autoridad y los mismos ciudadanos no veían con buenos a ojos a Pedro.
Su conducta significaba para muchos de ellos perplejidad.
De joven tuvo una vida normal, hasta tumultuosa. Pero, cuando cumplió los 30, se convirtió de veras.
Lo veían mal porque era un inconformista como le ocurrió a san Francisco de Asís y a tantos otros santos.
Lo dejó todo para hacer entrega de sus bienes a los pobres. Es posible que se metiera a terciario franciscano.
Rezaba mirando al sol, símbolo de Cristo.
Su casa era la catedral de la ciudad. En ella trabajaba todo el día. Su estilo de vida atrajo la atención de la Inquisición.
Lo examinaron e interrogaron varias veces. Su fe había sido siempre ortodoxa. Murió en el año 1323.