Pacífico, Santo
Sacerdote, 24 de septiembre
Etimológicamente significa” manso, humilde”. Viene de la lengua latina.
Es una realidad para el creyente que a medida que pasan los años se va identificando cada vez más con la cruz del Señor. Ante un mundo consumista y materialista, el creyente enarbola la bandera de su fe.
Este joven nació en el seno de una familia noble. Tuvo la desgracia de quedar huérfano muy pronto de padre y madre.
Entonces se encargó de su educación su tío materno, canónigo de la catedral de san Severino, en la región de Marche.
A los 17 años vio clara que su vocación era la de ser religioso en la Orden de los Hermanos Menores.
En 1678 lo ordenaron de sacerdote. Dadas sus buenas cualidades, se dedicó a la predicación y a ser profesor de filosofía en el convento.
A medida que van pasando los años, los superiores le confían diversos cargos de pastoral comprometida. Y, por supuesto, sin descuidar para nada su vida de oración o intimidad con el Señor.
La oración le llevaba a la acción y viceversa. Desde todas partes lo invitaban a predicar la Palabra de Dios porque, en el fondo, era un excelente comunicador y con una voz melodiosa para los oídos de los que le escuchaban.
En 1705, tras tanto viaje y trabajo celoso por el reino de Dios, notó que su salud se debilitaba de día en día.
Por eso se unía más profundamente a la cruz salvadora de Nuestro Señor Jesucristo.
Se quedó sordo, cojo y ciego. Ya no podía ni siquiera celebrar la misa o escuchar a la gente en el sacramento del perdón. Y lo que más le dolía era que ya no podía hacer vida de comunidad.
Murió el 24 de septiembre del año 1721.