Orestes, Santo
Máritr, 9 de noviembre
Etimológicamente significa “habitante de los montes”. Viene de la lengua griega.
Hay cristianos y hombre y mujeres de buena voluntad que hacen don de sí mismos y dan testimonio de el ser humano no está abocado a la desesperación.
Dejando aparte la etimología de los dioses griegos, hoy nos encontramos con un joven que, desde la más remota antigüedad cristiana es venerado como un mártir.
En el concilio de Nicea se tienen noticias de un monje que participó en él y que provenía del monasterio de san Orestes, en Capadocia.
Se sabe que Diocleciano dispersó a los cristianos que había allá por entonces.
Si había un monasterio levantado en su honor, se impone la razón de que existió.
En la Edad Media se le compuso una obra de teatro o “pasión”, en la que se narra la vida, obra y milagros de este mártir por confesar su fe en Cristo.
Dicen que era médico. Uno de los consejos que le daba a sus enfermos era que se apartaran de la idolatría. Les ayudaba tanto en lo físico como en lo espiritual.
Y como solía suceder, alguien lo denunció a las autoridades de que era cristiano.
El, sin dudar lo más mínimo, dijo la pura y simple verdad. Pero amenazó al pueblo y a las autoridades de que iba a ocurrir algo importante.
Cuando nadie lo esperaba, dio un fuerte soplido y las estatuas de los dioses se cayeron al suelo como hojas que leva el viento.
Sus reliquias siguen el monasterio que lleva su nombre en Capadocia.