Pasar al contenido principal

San Liborio

Obispo, 23 de julio

Etimológicamente significa”libre”. Viene de la lengua latina.

El que vive para Dios discierne una realidad inaudita: todos nosotros somos seres habitados por una presencia, la presencia con la que Cristo viene a inundar nuestra vida. Antes de su resurrección, él nos lo aseguró:"Os enviaré el Espíritu Santo, él permanecerá siempre con vosotros". No unos instantes fugitivos, sino para siempre.

Liborio nació en Le Mans a últimos del siglo III. Las tres características que lo distinguieron siempre fueron las siguientes: amor a la pureza, amor al estudio y un profundo amor a Jesucristo ante todo y sobre todo.

Estos son los tres mensajes, además, que como obispo transmitía a sus fieles y sacerdotes.

Guiado siempre por el Espíritu santo que habita en nuestros corazones, se preocupó mucho porque le culto fuera digno de la celebración santa que se estaba realizando en nombre de Dios.

Al quedar vacante la sede episcopal de Le Mans, la gente y el cero, al unísono, lo proclamaron su digno sucesor.

El, llevado por su humildad, no quería aceptar. Tuvo que intervenir el Papa Julio I.

Cuando recibió este cargo de pastor de la diócesis, intensificó su oración edificando a todos con el ejemplo y testimonio de su propia vida.

En cada Eucaristía predicaba la Palabra de Dios para catequizar a los fieles.

Fustigaba la inmoralidad pública. Llevaba 50 años en este apostolado, cuando Dios le avisó el día de su muerte, Y con espíritu sereno, voló al cielo al final del siglo IV.