Floro y Lauro, Santos
Mártires en Constantinopla, 18 de agosto
Etimológicamente significan “dios de las flores y laurel”. Vienen de la lengua latina.
¡Si pudiera poner mi mano sobre tu hombro, llevarte por el camino de una confianza en Dios!
Conocerías lo inesperado: en él, alegría y paz del corazón son una misma realidad.
Estos dos jóvenes fueron mártires en Constantinopla, aunque de fecha desconocida.
Trabajaban de canteros haciendo encargos para templos que iban a ser consagrados a los dioses.
Sus maestros fueron Máximo y Próculo que acababan de morir por su fe en el Dios verdadero u único.
Esta muerte les afectó mucho. En primer lugar, porque les querían mucho y, en segundo lugar, porque vieron la valentía que tenían al preferir la muerte antes que sacrificar a los dioses falsos.
Los dos se fueron a otra ciudad, a Iliria, perteneciente hoy a Hungría.
Aquí, debido a su trabajo y a su virtud, pronto fueron reconocidos y admirados por todo el mundo.
Licinio les encomendó que hicieran un templo a los dioses. Cuando lo terminaron, les pidió que ofrecieran sacrificios a los dioses.
Los dos se negaron en rotundo.
Y cansado Licinio, los mandó azotar para que recapacitaran su decisión.
Siguieron tan tajantes como siempre. Entonces los echó a un pozo en donde murieron mártires por defender la fe en el Señor, fe que habían aprendido de sus maestros.