Isaac, Santo
Asceta, 30 de mayo
Etimológicamente significa “sonriente”. Viene de la lengua hebrea.
Cristo podría decirte:"Compartí todo. Conocí la bondad y la generosidad del corazón humano. Encontré más de una vez al tentador. También conocí el abandono de los míos. Después de haberme acompañado, algunos me dejaron.
Y a uno de ellos le dije: ¿...también tú quieres dejarme?"
Este joven dio un salto capital en su vida. Pasaba sus años felices como ermitaño en el desierto de Siria.
Pero, ante la voz del emperador, tuvo que abandonar su soledad, su mortificación y su penitencia, para trasladarse a Constantinopla.
Nadie se podía imaginar que un ermitaño pudiese desempeñar el papel que llevó a cabo junto al emperador.
Se sabe que esta metrópolis quedó sin monasterios por causa de la herejía arriana. Y en aquel tiempo – como ocurre hoy – no se concebía una vida cultural, moral y religiosa sana sin la existencia de estos lugares santos.
Por eso, el cometido fundamental de Isaac consistió en restaurar los monasterios.
Su influencia en este terreno fue muy grande. Tan es así que los monjes le honraban como a su padre.
Era un asceta ejemplar. Pero cometió el error de ponerse en contra de san Juan Crisóstomo, arzobispo de la capital.
Arrepentido por lo que había hecho, se retiró a un monasterio, para nunca más en su vida inmiscuirse en asuntos políticos y eclesiásticos.
Murió en el año 406.