Homero, Santo
Obispo, 9 de septiembre
Etimológicamente significa “el que no ve”. Viene de la lengua griega.
La oración es a veces muy concreta. El lenguaje humano apenas consigue expresar lo profundo de nuestro ser, pero en una oración de silencio interior nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu encuentran reposo en Cristo. Y brotan fuentes de amor y de perdón.
Homero fue obispo en el siglo VII. Hay un santo en el calendario que repite el nombre del gran poeta de la antigüedad pagana, el santo de los números y de la guerra en la Ilíada.
Este santo, en realidad, no se llamaba Homero, sino Audomarus, nombre latino que el francés tradujo por el de Homero.
La figura de san Homero se asemeja a la del poeta clásico. Fue viejo y ciego.
Llevó la mitra con gran santidad, Como ocurre con Homero, hay varios países que ostentan la gloria de su nacimiento.
Se sabe que pasó su juventud en Francia y, en concreto, en la Borgoña, tierra de tantos santos.
Al morir su madre, entró en el monasterio de Luxeuil, en el cual el padre y el hijo templaron su alma en la llama de la santidad.
Este monasterio fue un foco de obispos en Francia, en el siglo VII.
Homero fue designado obispo por el rey Dagoberto para la diócesis de Boulogne.
Había mucho paganismo y él trabajó con amor, dulzura y firmeza para extirparlo de aquella región.
Fundó monasterios y convirtió a mucha gente al cristianismo.
Cuando se quedó ciego, se hacía acompañar por un auxiliar.
Chateaubriand se quedaba admirado de la labor de estos obispos de los siglos primeros de la vida cristiana.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!