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San Gil de Santarem

Monje, 14 de mayo

 

Etimológicamente significa “hombre de la mar encrespada”. Viene de la lengua griega.

Al crecer os sentís desconcertados al descubriros a vosotros mismos y a los otros. Entonces resulta liberador ser escuchado por alguien que, con la perspectiva de la edad, intenta entenderos muy desinteresadamente.

Este joven era un monje entregado por completo a la alquimia. Y eso que era el abad del monasterio de Coimbra, en Portugal.

No rezaba ni iba al coro para hacer las oraciones de la comunidad.

Estaba obsesionado por encontrar el secreto de la naturaleza. Por esta razón, pidió permiso para irse a París.

Esperaba que los sabios de la ciudad del Sena le revelaran los secretos, ya que existía allí la mejor facultad de medicina de toda Europa.

Pero los sabios no supieron darle con el “quid” de su inquietud. Entonces se volvió triste y casi desesperado.

Recapacitando en su interior, se dio cuenta de que sólo la Virgen María podía salvarlo.

Mientras volvía al monasterio, se encontró con un dominico de Valencia y entró en la Orden.

Todo el resto de su vida lo pasó en paz y en tranquilidad, aun que nunca llegó a averiguar el secreto que tanto buscaba.

Haciendo muchas horas de oración y meditación fue en donde encontró lo que siempre había anhelado.

Dios es el secreto que te da la paz. Y desde entonces, iba siempre a la oración y se entregó a llevar una vida de penitencia acorde con las reglas de la Orden.

Murió el año 1265. Su culto lo aprobó el Papa Benedicto XIV en 1748.