Obispo, 30 de diciembre
A comienzos del siglo VI Ruspe, pequeña ciudad de la provincia romana bizantina, había quedado sin obispo, como otras ciudades africanas, porque el rey visigodo Trasamundo, celoso arriano, había prohibido la elección de nuevos obispos católicos. Pero, al fin, los obispos de la región bizantina resolvieron no acatar la injusta disposición. Entre los candidatos estaba también Fulgencio, un hombre de gran cultura teológica y humanística, que al amor del estudio unía la práctica de la ascética cristiana. Había nacido en el 467 de una familia romana que se había establecido en Cartago, y se había demostrado buen administrador del rico patrimonio paterno y buen procurador de los impuestos de la provincia.
Después de haber leído el Comentario de San Agustín al salmo 36, orientó decididamente su vida hacia la austeridad y hacia la búsqueda de la soledad. Inclusivo trató de unirse a los monjes egipcios, pero la nave que lo llevaba tuvo que detenerse en Siracusa. Ordenado sacerdote, poco después le llegó la noticia de que estaba en la lista de los candidatos al episcopado.
Era demasiado. Fulgencio fue y se escondió en un lugar apartado, hasta que supo que todos los nuevos obispos habían sido ya consagrados. Cuando reapareció, quedaba todavía una sede vacante, la de la pequeña ciudad de Ruspe, y los obispos se apresuraron a consagrar al recalcitrante monje, en el momento preciso para que fuera enviado al destierro a Cerdeña por el furiosísimo rey Trasamundo, que desterró junto con Fulgencio a otros 59 obispos católicos.
En Cagliari, Fulgencio pudo desarrollar una intensa actividad religiosa. El mismo Trasamundo, que se las daba de teólogo, le escribió proponiéndole algunas difíciles cuestiones y ofreciendo así a Fulgencio la ocasión para escribir algunos tratados teológicos que llegarían a ser muy famosos.
Muerto Trasamundo en el 523, los obispos desterrados pudieron regresar a sus sedes. Durante nueve años Fulgencio gobernó su pequeña diócesis de Ruspe según el estilo monástico. En efecto, cerca de la iglesia catedral había fundado un nuevo monasterio, en donde él mismo vivía pobremente, dedicando gran parte de su tiempo a la oración coral y a la composición de obras doctrinales y pastorales. Padre y pastor de su rebaño, daba a los pobres todo lo que recibía. Tenía una grande aptitud para la predicación. Se cuenta que el obispo de Cartago, al escuchar un sermón suyo en la basílica de Furnos, lloró de conmoción. San Fulgencio murió en Ruspe el l de enero del 532, a los sesenta años de edad, rodeado por sus sacerdotes y después de haber distribuido a los pobres sus últimos haberes.