Obispo, 7 de septiembre
Etimológicamente significa “ el que traza un buen camino”. Viene de la lengua griega.
Por poco que percibamos del Espíritu Santo, él es vida para nosotros. Por poco que entendamos el Evangelio, él es luz entre nosotros. Por poco que comprendamos la Eucaristía, ella es presencia viva en nosotros.
Viajando en el tiempo, nos encontramos hoy en Orleáns. Resulta que había un concilio y había reunidos muchos obispos para tratar el la condena de las herejías reinantes en aquellos turbulentos años del 358.
Estaban trabajando a fondo. Mientras hacía un día la oración acostumbrada, entró un desconocido y todos pusieron cara de sorpresa.
Un guardián del templo, picado por la curiosidad, se acercó a él y le preguntó qué hacía allí.
"Soy subdiácono de la Iglesia y mi nombre es Evorcio. Mi patria es Benevento y vengo en busca de mis hermanos Eumorcio y Casia.
Están cautivos y quiero que le den la libertad".
El guaria le llevó a su casa y lo alojó en ella.
Al día siguiente se puso en camino. El guardia lo llamó y le dijo:" Amigo de Dios, ¿no sabes lo que pasa aquí? Desde que murió el obispo, no han encontrado a un sucesor.
Hay dos bandos y nadie se entiende. Quédate con nosotros".
Se fue a la iglesia y se colocó al lado del guardián. Rezaron juntos. Y en ese momento apareció una blanca paloma sobre Evorcio.
Todos, sin dudarlo, le nombraron obispo, y gobernó la diócesis durante 30 años. Murió el 7 de septiembre del 388.