Santo Bertín
Abad, 5 de septiembre.
Significa “resplandor, mucho brillo”. Viene de las lenguas latina y griega.
Cristo es aquel que carga con nosotros las grandes penas de la existencia, las rupturas de la comunión...En su vida en la tierra, Jesús, plenamente humano, deja que las pruebas de los otros le alcancen en lo más profundo de sí mismo. Llora la muerte de su amigo.
Pertenecía a una familia noble de Constanza en la que nació al principio del siglo VII.
Ya desde su infancia, comenzó a despreciar al mundo, sus pecados y su bullicio, para dedicarse a imitar a san Audomaro, un pariente suyo con fama de santidad y feliz con la vida que llevaba.
Por esta razón ingresó en el monasterio de Luxeuil, en la preciosa región de la Borgoña francesa.
En seguida que entró en el monasterio, todo los compañeros lo distinguieron por su gran grado de santidad.
Cuando su tío fue nombrado como superior y obispo, se lo llevó consigo, juntamente con san Bertrán.
Ellos mismo construyeron un pequeño monasterio para vivir en soledad muchos ratos de su vida personal.
Los monjes aumentaban sin cesar y san Bertín pensó en que era necesario agrandar el monasterio con nuevas ampliaciones.
Bertín era un buen abad, emprendedor y piadoso. No se vanagloriaba de nada de cuanto hacía.
La gente hacía donaciones a aquellos varones que vivían bajo las órdenes del santo abad.
Se cree que vivió unos cien años. Cuando en el año 1050 se descubrieron sus reliquias, se trasladaron a Reims con gran solemnidad.