Obispo de Sínada, 25 de marzo
Etimológicamente significa “amable”. Viene de la lengua latina.
¡Ser fermento de confianza y de paz! Una confianza así no se realiza con un poco más o menos. Ejercita el discernimiento. Exactamente como el amor, esta confianza no es ciega. Así, ella se hace lúcida cuando los responsables políticos abusan de la confianza de los pueblos. Esta confianza no se deja tentar por estas llamadas desbordantes de envidia, o aún más: mata, tortura....”Crucifícale”.
Esta santo de hoy murió en el siglo III. Nació en Roma en el seno de la familia Anicia.
La fe de este joven era tan firme que no dudó lo más mínimo en dedicarse a evangelizar. Se alimentaba de una continua oración y de la presencia de Dios en cuanto pensaba y hacía.
Fue obispo de Sínada, en Frigia. Una de las armas de su apostolado fue la correspondencia. Quedan muchas cartas de en las que se relatan sus dones taumatúrgicos y el sentido de su apostolado epistolar.
Una de estas cartas, dirigidas a su amigo san Teófilo, obispo de Alejandría, dice:"Si me dices, muéstrame a tu Dios", te diré yo a mi vez: "Muéstrame primero a tu hombre y te diré quién es mi Dios".
Cuando fue elegido obispo ,tuvo que afrontar un problema serio: Belisario, general de Justiniano, había entrado en Italia para luchar contra los Godos. Su intención era someter la península bajo la jurisdicción de Constantinopla.
El rey godo le pidió al Papa que intercediera para que no llevase a cabo su propósito.
Agapito fue a Oriente pero no logró nada en su misión. No obstante tuvo el valor de excomulgar al patriarca Antimo, y en su lugar consagró obispo a Menas con la aprobación del propio Justiniano.
De vuelta a Roma murió de repente.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!