Juana María de Maillé
28 de marzo.
Por pequeña que sea tu morada, puede ser un lugar de confianza, de paz y alegría serena, un hogar de compasión en medio de los seres humanos, un pequeña comunidad eclesial. Cada vez que alguien llega, ¿por qué no llevarle primeramente junto a un lugar acondicionado para la oración, en un rincón de la habitación?.
Esta joven francesa, nacida y muerta entre los años 1331-1414, le tocó vivir en una época difícil. Era el tiempo de la Guerra de los Cien Años entre ingleses y franceses.
Ella era de origen noble de la región de Tours.
Un franciscano le dio la formación religiosa.
Perdió muy joven a los padres, pues aparece casada a los 16 años – contra su voluntad – con un noble. Fue un matrimonio de intereses.
Pero lo que es curioso es que los dos decidieron vivir el celibato.
El marido se fue a la guerra. Cayó herido en la batalla de Crecy y los ingleses lo hicieron prisionero.
Ella logró que lo pusieran en libertad pagando un buen rescate.
Cuando la peste negra asoló Europa, los dos trabajaron ayudando a los enfermos y socorriendo a las familias necesitadas.
Cuando terminó la peste, se dedicaron a los leprosos.
Cuando murió su marido en 1342, sus suegros la tildaron de que había malgastado todo el patrimonio.
Se fue entonces a Tours para atender a los enfermos y vivir la vida religiosa.
Hizo su voto de castidad ante el obispo y se dedicó a la vida de eremita. Tuvo que volverse porque su salud estaba resquebrajada. Se estableció en un convento de los franciscanos.
Se hizo terciaria franciscana. Perdonó a todos los que la humillaron y se creó su propio lugar para la oración. Murió con tal fama de santidad que, apenas había transcurrido un año, cuando se inició la causa de su santidad.