21 de Febrero. Beato Noel Pinot.
El último de 16 hijos, que había nacido en el hogar de piadosos padre en Angers (Francia Occidental) el 19 de diciembre de 1747, en vísperas de la Navidad, recibió en el bautismo un nombre que debiera recordar la Navidad: "Noel" (En latín sería "Natalis" y en italiano "Natale"). Este niño trajo no sólo alegría navideña a su numerosa familia, sino también a la Iglesia el honor de un nuevo mártir de la Santísima Eucaristía.
Con los oratorianos en Angers recibió el muchacho una buena educación; en diciembre de 1770 la ordenación sacerdotal hizo de él un devoto y bondadoso sacerdote diocesano que desarrolló en su lugar una preciosa labor. Los primeros 10 años trabajó como capellán en Bousse (Sarthe) y en Corze. En junio de 1781 regresó a la ciudad obispal de Angers para terminar sus estudios de teología, que culminarían con un grado académico. Durante este lapso, Noel era capellán en el Hospital de los incurables en Angers. El 6 de febrero de 1788 recibió el título de "Magister Artium".
Poco después fue nombrado párroco de Saint – Aubin en Lauroux – Béconnais, una parroquia relativamente grande, que contaba con 3,000 almas. Aquí obro como buen pastor, pero solamente durante dos años, pues él entró pronto en la tormenta de la Revolución Francesa que apenas estalló. El 12 de julio de 1791 se acordó en París la Constitución civil. El padre Pinot se negó, con otros valientes sacerdotes, a prestar juramento a esta constitución anticlerical. En su sermón del 27 de febrero de 1791 la criticó fuertemente y de inmediato fue denunciado a las autoridades. El 5 de marzo se le tomó preso y llevado a Angers, donde siete días después recibió la prohibición de ejercer su profesión de sacerdote.
Bajo estas circunstancias no le quedaba otra posibilidad que esconderse. Primero en el Hospital de los incurables en Angers. Después de buscarle allá, llevó durante dos años la vida de un sacerdote perseguido, libre como pájaro y huyendo de un lugar a otro. Aunque siempre preparado para huir, seguía ofreciendo clandestinamente la Santa Misa y administrando los sacramentos.
Cuando los católicos de la Vendée se levantaron durante corto tiempo con éxito contra el régimen del terror, pudo el padre Pinot regresar a su parroquia; pero sólo por corto tiempo pudo gozar de su libertad, puesto que el levantamiento de los católicos fue derribado desde París. El padre tuvo que esconderse nuevamente, y no sólo esto: se ofreció una suma de dinero a quién lo entregara – vivo o muerto – a los tiranos de la revolución.
En la noche del 9 de febrero de 1794 el padre Pinot se preparaba en una lejana hacienda nombrada Milanderie para celebrar la Santa Misa. Ya estaban hechos todos los preparativos y el padre se iba a poner el alba cuando irrumpió la guardia y se dispuso a hacer una revisión exhaustiva del lugar. El padre Pinot se escondió lo más rápido posible en una caja, puesta todavía su alba; allí fue descubierto y llevado preso.
El 21 de febrero de 1794 se abrió en Angers el proceso contra él. Las acusaciones fueron: presunta colaboración con los insurrectos, negación de juramento a la constitución civil, presunta cooperación para la reposición de la monarquía y sobre todo el prohibido ejercicio de la profesión de sacerdote. Lo último, junto con el hecho de haber celebrado la Santa Misa, era suficiente para dictar sobre el padre Pinot la pena de muerte y ejecutarlo el mismo día. El candidato a muerte fue irónicamente preguntado si quería morir con el alba puesta, proposición que aceptó con entusiasmo porque así pudo vivir todavía la más bella satisfacción: hasta el último momento ser sacerdote. El suplicio sería como la celebración de su última Misa, su ofrenda final.
Así subió el padre Pinot al patíbulo, vestido con alba y casulla. Momentos antes de su decapitación tuvo que quitarse la casulla, pero los fieles le pusieron más tarde el ornamento después de la consumación del sacrificio.
El 21 de octubre de 1926, el Papa Pío XI beatificó a este valiente sacerdote diciendo: "Noel Pinot atestiguó, llevando hasta el momento de su ejecución la casulla, que la tarea primordial, más importante y más sagrada del sacerdote es la celebración de la Santa Eucaristía según el encargo del Señor: "Haced esto en memoria mía".