Antonio de Atenas
Esclavo, 5 de febrero
Etimológicamente significa “florido, inestimable”. Viene de la lengua griega.
Quienes buscan modificar las estructuras de la sociedad hacen este descubrimiento: en un mundo tecnificado, las leyes internas pueden provocar una ruptura entre trabajo y oración.
No fue el caso de este joven ateniense. Como tantos miles y millones de jóvenes de aquellos tiempos de esclavitud, y los de hoy con nuevas esclavitudes, tuvo la ocasión de compaginar su vida interna personal de oración con el trabajo de esclavo.
Sus padres eran cristianos comprometidos y no de sólo nombre..
Llegó, como tantas veces, un poderoso musulmán comerciante para comprar esclavos.
Una vez que lo empleó en su servicio, llegó a venderlo por cinco veces a distintos amigos que se dedicaban a este trabajo rentable de trabajadores.
Todos ellos tenían en común, además de humillarlo con un trabajo excesivo, la idea de que se convirtiera al Islám. No soportaban que un esclavo viviera tan coherente con su amor a Dios y al Cristo resucitado.
Dios, que guía siempre a sus creyentes en circunstancias inverosímiles, hizo que viajara a Constantinopla. En esta gran ciudad, compró sus servicios de esclavo un zapatero cristiano.
Entró uno de sus antiguos dueños a la tienda y lo reconoció en seguida.
Le dijeron al dueño que lo expulsara. La razón que le daba era que había renegado del Islám.
El nuevo dueño no le hizo caso. Por influencias musulmanes entre las autoridades, lo arrestaron y condenaron a ser decapitado. Murió en el año 1777.