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Agustín Caloca Cortés

Agustín Caloca Cortés (1898-1927).

Nació en el rancho de La Presa del municipio de Teúl González Ortega, en el estado de Zacatecas (México), el 5 de mayo de 1898, hijo de Eduviges Caloca y María Plutarca Cortés, familia campesina. Estudió en la escuela del señor cura de El Teúl. Habiendo manifestado sus deseos de ser sacerdote, el párroco lo envió al seminario de Guadalajara en el año 1912. Al cerrarse el seminario de Guadalajara el padre Cristóbal Magallanes lo invitó a su seminario auxiliar de Totatiche. En 1919 regresó al seminario de Guadalajara para estudiar la teología. Fue ordenado sacerdote el 5 de agosto de 1923 en la catedral de Guadalajara. Celebró su primera misa en su pueblo natal acompañado del padre Cristóbal Magallanes quien logró que se quedara en la parroquia de Totatiche como superior del seminario auxiliar, cargo que desempeñó hasta su muerte. Una vez que la población de Totatiche se levantó en armas, se ordenó aprehensión de sacerdotes y seminaristas. El padre Agustín huyó con los seminaristas a un rancho, en Chimaltitlán, Jal., donde permaneció hasta abril de 1927. El 21 de mayo estaba dando clases a los seminaristas cuando fueron informados que se acercaban las fuerzas del gobierno. Ordenó a los seminaristas que salieran a esconderse en casas de amigos o conocidos, mientras él se quedó con otro alumno para ocultar algunos libros y objetos del seminario. Luego salieron hacia un rancho llevando una bolsa con libros. En el camino el padre Agustín decía: Jesús víctima inocente, quiere víctimas voluntarias para que se dé gloria a Dios y se pague por tantos sacrilegios y tanta maldad; ojalá nos aceptara a nosotros; es natural que se sienta miedo, pero si Jesús sufrió angustia, tristeza y pavor en el huerto, sabe infundir ciertamente alegría y valor para morir por Él. Entonces se oyeron los ruidos de la tropa y ambos apresuraron el paso. Apenas el padre había mandado al estudiante a ocultar los libros, los soldados se encontraron frente a él y lo llevaron preso a Totatiche. En Totatiche también estaba preso el señor cura Magallanes. Al padre Caloca le ofrecieron la libertad que no aceptó sin que le acompañara el padre Cristóbal. Un grupo de mujeres católicas hicieron gestiones para liberarlos y sólo consiguieron la garantía de sus vidas trasladándolos a la ciudad de México. De Totatiche los llevaron a Momax, estado de Zacatecas, donde pasaron la noche del 23 de mayo. El 24 en la tarde llegaron a Colotlán en un camión de carga, y al día siguiente, hacia el mediodía, se les ordenó partir, supuestamente a la ciudad de México. El padre Caloca se dirigió al camión y, teniendo un pie en el estribo, lo jalaron diciendo: Ahí no. Colocaron a los presos en medio de un piquete de soldados y los llevaron a la casa municipal. Sin ningún juicio, dieron orden de fusilarlos. Los sacerdotes se arrodillaron para darse la absolución. El padre Cristóbal pidió permiso de decir sus últimas palabras: Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte; pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos. El padre Caloca dijo que hacía suyas las palabras del padre Magallanes y añadió: Por Dios vivimos y morimos. Este, en el momento de la ejecución, al ver tendidos los rifles y apuntando, angustiado, se movió. El jefe del pelotón lo golpeó en la cara con la pistola y el señor cura le dijo: Tranquilízate, padre, Dios necesita mártires; un momento y estaremos en el cielo. Ya fortalecido, vino la descarga y cayeron los dos sacerdotes. Ese mismo día, 25 de mayo sin más acompañamiento que los soldados y sepultureros, los enterraron en el panteón de Colotlán. Con motivo del traslado de los restos de los mártires de Totatiche, el 23 de agosto de 1933, se comprobó que el corazón del padre Caloca estaba entero con un fragmento de bala incrustado, aunque del cuerpo sólo quedaban los huesos.