Niño eterno
Para llegar a ser adulto
debo despojarme de las cosas de niño,
de los infantilismos del carácter
y las inseguridades,
y vestirme de valentía y arrojo,
de fe adulta.
Pero madurez no significa
perder lo eterno de la juventud
y el entusiasmo y la alegría de vivir,
y la capacidad de cantar y reír y amar;
mi alma de niño jamás debo perderla
porque, entonces, habrá muerto
lo mejor de mí.