La pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro data del siglo XV, y se desconoce a su autor. La Virgen del Perpetuo Socorro es también llamada la Virgen de la Pasión por el pueblo ruso.
El titulo se difundió mucho, a finales del siglo XIX, en todo el mundo cristiano, desde su coronación por el Papa, en Roma, el año 1865. La Orden de los Redentoristas pidió que fuera devuelta a la iglesia de San Alfonso, en Roma, después de 75 años de ausencia. Y aún permanece allí para su veneración. Para su reinstalación se llevó a cabo una peregrinación el 26 de abril de 1886, durante la cual ocurrieron varios milagros, entre ellos, la curación de un niño de 4 años, enfermo del cerebro.
El Papa Pío IX dio esta imagen a los redentoristas, no como regalo sino como una misión. Les dijo: -Hagan que Nuestra Madre del Perpetuo Socorro sea conocida en todo el mundo". Y ellos cumplieron su misión. S.S. Juan Pablo tiene una devoción enorme a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y ha declarado: -Tengo que dar las gracias a la Señora del Perpetuo Socorro quien
ha mostrado un pronto socorro para mí siempre que he pasado por situaciones difíciles".
En la pintura, la Virgen parece mirarnos directamente a los ojos, como si quisiera dar nos un mensaje importante. La Madre de Dios está representada con túnica roja -el color que las vírgenes vestían en tiempos de Cristo- y manto azul -color que las madres solían llevar en Palestina-, ribeteado en oro. Su boca es pequeña, símbolo de silencio y de contemplación profunda.
Sus ojos son grandes, capaces de mirar nuestras necesidades e invitar a pedir el remedio de ellas. Con una mano sostiene a su Hijo, quien se agarra con sus dos manitas de Ella, y voltea muy asustado a ver a los Arcángeles.
El Niño viste túnica verde y manto rojo.
En la parte superior del grabado, se aprecia el monograma de la Virgen, que indica que Ella es la Madre de Dios; y junto al Niño, el monograma de Jesucristo. A derecha e izquierda, San Miguel y San Gabriel, que presentan los símbolos de la Pasión al Niño. San Miguel le ofrece un cáliz amargo, la lanza y la caña con el hisopo; San Gabriel, la Cruz y los clavos. El Niño los mira con temor, mientras se refugia en los brazos de Santa María, quien lo acoge y lo tranquiliza.
Esta imagen nos hace evocar momentos únicos en la vida de Jesús, quien, según la tradición, se asusta al ver a los Arcángeles con los símbolos de la Pasión y corre gritando .socorro, mamá, socorro" en busca de refugio.
En su carrera estuvo a punto de perder una sandalia, que queda detenida con la correa, en sus deditos. Esta sandalia simboliza el alma en pecado mortal, a punto de caer en el infierno. Tal vez, a una tierna edad, Jesús pudo ver algo de lo que le esperaba: sufrimientos y una muerte terrible por nuestra salvación. A pesar de que Él es Dios, es Hombre también, y su futuro le causó terror. Su Madre lo abraza y consuela. Ella no puede evitarle el dolor pero puede amar lo y acompañarlo. La pequeña mano de Jesús acogida por la de María nos recuerda que así como Él se puso en manos de María, nos pone ahora, a cada uno, bajo la misma amorosa y tierna protectora. Ella es el socorro de todos, es la Madre que a todos quiere tener en su regazo.