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La Virgen María

María y algunos Santos

Todos los santos sin excepción han sido especiales devotos de María, pues hay una misteriosa relación entre el amor a María y la santidad. Por eso, decía san Ambrosio: El que pretenda ser santo sin la intercesión de María, pretende volar sin alas. ¡Y qué bellas palabras tiene san Agustín para hablar de María y lo mismo san Jerónimo, san Atanasio y otros santos del siglo IV! 

María veía el cuerpo de su Niño desgarrado

Tú sabías lo que era una flagelación. Lo sabían todos. Pero ahora era tu Hijo. Lo veías con la pupila abierta y enrojecida: El cuerpo de tu Niño desgarrado; veías, no te imaginabas, los gestos de dolor a cada golpe que nunca terminaba y que iba volviendo roja toda la piel de Jesús, piernas, brazos, el pecho, la espalda, hasta la cara con la sangre que corría casi desde los ojos como una cascada de flagelos.

María te ofrece al Hijo de Dios

1- En aquel templo se habían ofrecido muchos animales, en particular abundantes corderos. Muy poco valían- aquel día una joven madre ofrecía un par de tórtolas con una mano y con la otra y con el corazón ofrecía la ofrenda mejor, salida de sus purísimas entrañas, al Hijo de Dios envuelto en la carne del hijo del hombre. El templo se había hecho para esta ofrenda única. El Padre la aceptó totalmente satisfecho. Tomó aquel puñadito de carne de manos de María diciendo. Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias. ¡Gracias, María! ¡Gracias, Hijo mío”.

María Santísima es Madre de la Iglesia

María es Madre de la Iglesia. Título tan familiar entre los cristianos. Pero ¿cuándo fue proclamado?, ¿cuál es su significado?, ¿qué consecuencias tiene para la vida de la Iglesia y de los fieles?.

PROCLAMACION DE ESTE GLORIOSO TITULO

El título de María, como Madre de la Iglesia, ha sido proclamado solemnemente el 21 de noviembre de 1964 por el Papa Pablo VI en los siguientes términos:

María me libera

Durante mi caminata en tinieblas por las cárceles, he orado a María con toda simplicidad.

Durante mi caminata en tinieblas por las cárceles, he orado a María con toda simplicidad: ‘Madre, si tu ves que no podré ya ser más útil a la Iglesia, concédeme la gracia de consumir mi vida en prisión; de otra manera, concédeme salir de la prisión en alguna de tus fiestas’.

Un día, mientras estaba preparando mi comida, oigo sonar el teléfono de mis guardas. <>. Poco después, un automóvil me condujo a un palacio, donde encuentro al ministro del interior.

La Eucaristía y María

María es el primer sagrario. La primera procesión de Corpus Christi fue la que realizó la Virgen en su viaje a Ain Karim para ver a su prima Santa Isabel. El estilo de Jesús es esconderse, como se esconde en la hostia. Por eso Santo Tomás de Aquino le canta:
Te adoro con fervor, Verdad oculta
Que estás bajo estas formas escondida,
A ti mi corazón se rinde entero
Y desfallece todo si te mira (Adorote devote).  

María la primera consagrada

Juan Pablo II, comentando el pasaje de la Presentación de Jesús en el templo, afirma que la peregrinación de María y José al templo de Jerusalén adquiere el significado de una consagración a Dios, en el lugar de su presencia (11 de diciembre de 1996). Al no tener María por qué purificar la conciencia de alguna mancha de pecado, este acontecimiento adquiere un sentido ulterior y más completo: el de un ofrecimiento de su propia vida juntamente con la de Jesús.

María junto a la cruz

La voluntad de Dios significó dolor, renuncia, humillación, obediencia, silencio, ocultamiento, insultos, desprecio, hasta el momento culminante de la cruz, cuando se consumó también para Ella su pasión junto a su Hijo amado. María no tuvo nunca voluntad propia, pues su vida, su ilusión, su gozo, su paz fue siempre lo que Dios le fue descubriendo como fruto de aquel sí generoso de la anunciación.

Las Glorias de María. María está pronta para ayudar a quien la invoca.

¡Pobres de nosotros que siendo hijos de la infeliz Eva, y por lo mismo reos ante Dios de la misma culpa, condenados a la misma pena, andamos agobiados por este valle de lágrimas, lejos de nuestra patria, llorando afligidos por tantos dolores del cuerpo y del alma! Pero ¡bienaventurado el que, entre tantas miserias, con frecuencia se vuelve hacia la consoladora del mundo y refugio de miserables, a la excelsa Madre de Dios y devotamente la llama y le ruega! "Bienaventurado el hombre que me escucha y vigila constantemente a las puertas de mi casa" (Pr 8,34).