Los creyentes sabemos que Dios habla al hombre de muchos modos y maneras. Uno de ellos es por medio de los acontecimientos gratos o menos gratos de la vida- ”señales de los tiempos-”en lenguaje evangélico.
Frente a tantas catástrofes y actos de violencia y terrorismo-(Dios permite el mal que proviene del abuso que el hombre hace de su libertad), pocas personas creyentes se cuestionan la pregunta decisiva :¿qué nos querrá decir Dios con estos acontecimientos luctuosos?. En tiempo de Jesús -según cuenta el evangelio- hubo una brutal represión de Pilatos sobre un grupo de galileos en el templo de Jerusalén , mientras ofrecían sacrificios de animales .Hubo también el derrumbe de una torre, junto a la piscina de Siloé, que aplastó a dieciocho personas. La gente achacaba entonces estas “desgracias” a un castigo del cielo por sus pecados. Jesús corrigió esta visión estrecha y reduccionista. No es indicio su muerte de que fueran más pecadores que los demás. “¿Pensáis que eran más pecadores que los demás?. No, os lo aseguro. Y si no os convertís todos , pereceréis de igual modo” (Lc 13,4), Estos sucesos y todo lo que nos acontece en la vida debe leerse, pues, como un aviso o llamada de Dios a todos y cada uno de los hombres a la conversión, es decir a que nos volvamos a El y a que cumplamos todos su santa voluntad. Todo lo demás es perderse en dibujos.