Viva México es sin duda una de las frases más repetidas... por la publicidad en el mes de septiembre: “el mes de la Patria”. Nótese el peligro de esta expresión tan curiosa como el famoso “día de la madre”. No cabe duda que todos nos sentimos llenos de orgullo patrio... pero sólo un día al año y cuando juega la selección de futbol hasta el momento en que pierden el partido, claro está.
Además, ante la afirmación de respeto y orgullo hacia nuestra nación, cabe preguntarnos a cuál de los “Méxicos” nos estamos refiriendo, pues el fenómeno del regionalismo, que se da en todo el mundo, es también una triste realidad en nuestro suelo patrio. Sobre todo cuando solemos desentendernos de aquellos que no nacieron en nuestro estado, nuestra ciudad, nuestra colonia o nuestro sanatorio, o que no estudiaron con nosotros.
Por otra parte, resulta curioso que muchos alborotados a quienes tanto les gusta dramatizar por una supuesta defensa de nuestra autonomía; nuestras tradiciones; nuestro tan nacional como profundo PEMEX; nuestra iluminada Comisión Federal de Electricidad; no se hayan dado cuenta de que hace mucho tiempo que perdimos nuestra virginal soberanía gracias al cine, la televisión y no pocas estaciones de radio; pues mucho antes de que se inventaran lo de la famosa globalización estábamos impregnados y curtidos por costumbres, nombres de personas, alimentos, frases y formas de vestir y desvestir que nos vienen de nuestro vecino país (y aquí no me refiero ni a Guatemala ni a Belice). Una clara muestra de ello es la afirmación de una locutora de radio -que por cierto sólo trasmite música en Inglés- quien en este día 15 de septiembre, cerca de las diez de la noche se despidió de sus radioescuchas diciendo: “y sigan escuchando esta estación para que dentro de una hora puedan dar un grito de la independencia muy rockero”.
Soy de la idea de que hoy por hoy un alto porcentaje de mexicanos emprendería con ilusión y presteza su partida para conseguir la ciudadanía en los Estados Unidos de América si los trámites y normas legales se los permitiera, pues el “American style” bulle en la sangre de nuestro pueblo aunque, claro está, en comparsa con el amor a Pedro Infante, las mañanitas, los mil distintos chiles y salsas, los tacos de frijol, las tortas ahogadas, los tamales y las tortillas de maíz con la ventaja de que no tienen que privarse de ello pues todo lo pueden encontrar del otro lado y, en ocasiones, más barato y para acompañarlos están también el tequila, las cervezas de marcas mexicanas y la muy mexicana Coca-Cola.
Ahora me permito copiar unos párrafos de mi muy admirado Joaquín Antonio Peñalosa en su libro ‘México mi amor’: “Con el pretexto de que los indios eran irracionales, desatóse una persecución contra los naturales, que algún cronista de la época no duda en calificar de diabólica. Tomó entonces la pluma fray Julián Garcés (primer obispo de los tlaxcaltecas) y en 1536 escribió al Papa de Roma, Pablo III, una carta erudita, valiente y en elegantísimo Latín. Ahí defendía, con estilo contundente, la racionalidad y los derechos de las razas indígenas.
“De tal manera la carta impactó al Papa, que enseguida promulgó la encíclica “Sublimis Deus”, del 2 de octubre de 1537, que puede considerarse como la primera “Declaración de los Derechos del Indio”. Dando por supuesta la racionalidad de los indios, Pablo III quiere que se les reconozca iguales a los demás hombres e integrantes de la comunidad humana total. La leyenda dice que el papa preguntó si los indios se reían. Se ríen, su Santidad, se ríen. Entonces no hay duda, contestó el sumo Pontífice, los indios son seres humanos”.
Me pregunto cuándo fue la última ocasión en que vi reír niños indígenas, y con pena he de reconocer que no puedo recordarlo. Es cierto que han de reír, pero no suelen hacerlo en las grandes ciudades a donde se ven obligados a acudir, siguiendo a sus padres, dado que en sus lugares de origen no tienen los medios para vivir como todo ser humano debería hacerlo.
Sobre quienes realizamos nuestros estudios en escuelas oficiales pesa una hipoteca social que no debemos olvidar. Pero lo mismo deberían aceptar aquellos a quienes sus padres pudieron darles una educación en colegios particulares, pues para que una educación sea de calidad deberá estar basada en normas Éticas y virtudes que reconozcan el principio de solidaridad de que “Todos somos responsables de todos” y entonces sí: ¡que viva México! y la gran familia de mexicanos.