La religión cristiana en modo alguno es, como a veces aparece a los ojos de los no entendidos, como una exhibición de lutos, dolor, sufrimiento y muerte. Ni siquiera en la liturgia del Viernes santo, en que la cruz aparece como el signo principal y central de la celebración, se refleja este sentido tristón y derrotista.
En verdad la cruz es signo de dolor, de humillación, pero también es signo de victoria y de salvación. La Iglesia conmemora el Viernes santo la Pasión y muerte de Jesús.
Una piedad no bien orientada, puede llevar a un estéril sentimentalismo, que se queda sólo en lo superficial .Tal seria aquel sentimiento exclusivo de compasión hacia los padecimientos exclusivos de Jesús ( ¡ pobre Jesús¡) y que mueve al llanto y a querer consolarle. Esta fue la postura de las mujeres de la Pasión a quienes Jesús, viéndolas llorar, les dirigió estas palabras: ”Hijas de Jerusalén, no lloréis nunca por mí: llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: Dichosas las estériles o las que no engendran o no tuvieron hijos. Porque si en el leño seco e hace esto en el verde ¿qué se hará?.(Lc23,28-33)
Es evidente que Jesús, ni antes ni ahora necesita nuestra compasión. Lo que él quiere es que su pasión y su muerte no hayan sido inútiles para nosotros.