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Tratar a los Ángeles Custodios

La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los Ángeles. Dios es el creador de todas las cosas, las visibles y las invisibles. (IV Concilio de Letrán, 1215).  

El episodio de San Pedro, preso por Herodes Agripa, vigilado por “cuatro escuadras de soldados”, y liberado prodigiosamente por un ángel, mientras la Iglesia oraba por él (Hechos 12, 4ss), es símbolo de lo que va a ser la devoción a los ángeles.  

Santo Tomás de Aquino fue quien trazó la arquitectura de una angelología teológica. Es uno de los tratados en los que logra mayor cohesión y penetración. El tema de los ángeles le fascinaba.  

Es un hecho palpable que no nos bastamos a nosotros mismos, que necesitamos habitualmente de la ayuda de los demás. En esta vida de relación participan no sólo los hombres, sino también los ángeles: “desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos a Dios “(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336).  

Sin embargo, es necesario dejarse ayudar. Los ángeles no pueden entrar en el interior de la conciencia, no tienen acceso a lo que el hombre piensa y desea; pueden conocerlo sólo si se lo manifestamos o si Dios se lo revela. Aquí se encuentra otro motivo para tratar al Ángel Custodio: hablar con él, decirle lo que nos pasa y lo que queremos, para que lo conozca y nos ayude. Ciertamente, con su inteligencia agudísima, basándose en signos —reacciones y actitudes, palabras o gestos— pueden llegara conocer nuestras intenciones y proyectos, o nuestras necesidades, y así alcanza a saber lo que nos conviene; pero habitualmente recibirá más ayuda del propio Custodio quien más le trate.  

La ayuda del Ángel puede contribuir enormemente a la eficacia del trabajo, de la oración y del apostolado: es un gran aliado para vivir la coherencia de vida. El fin último de la misión del Ángel “es llevar al hombrea la posesión de la herencia eterna” (Santo Tomás, T.Th, I. q. 113, a. 5 ad 1).  

La protección del Ángel Custodio es decisiva en la lucha interior, ya que por naturaleza está habilitado para este combate. Viendo el demonio bajar ala tierra para perseguir “a los que guardan los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús” (Ps. CXXXVII,1), los ángeles buenos descienden también, para defendernos. San Josemaría Escrivá dijo: “acude a tu Custodio a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones” (Camino, n. 567).  

Una mística del siglo XVII, Sor María de Jesús de Ágreda, dice: Hemos de ser agradecidos al beneficio que Dios nos ha hecho en darnos en darnos ángeles que nos asistan, enseñen y encaminen en las tribulaciones y trabajos. Este beneficio lo tienen de ordinario olvidado las personas, siendo ellos de naturaleza superior y espiritual y llena de gloria; y por este olvido se privan los hombres ingratos de muchos favores de los mismos ángeles. Siempre hemos de tener reverencia a estos espíritus divinos, como si los viéramos con los ojos del cuerpo teniendo presente que son cortesanos del cielo, y no hemos de atrevernos en hacer en presencia suya lo que lo que no haríamos en público. Siempre miran la cara de Dios, como bienaventurados. Hemos de agradecer su amparo. Hemos de vivir atentos a sus avisos e inspiraciones con que nos despiertan, mueven e ilustran para encaminar nuestra memoria y nuestro corazón al Altísimo y al ejercicio de las virtudes. Cuantas veces los llamamos y nos responden; los buscamos y los hallamos; cuantas veces les hemos pedido señales del Amado y nos las han dado; y cuando por las tentaciones hemos perdido el norte de la luz, ellos nos han esperado, sufrido y desengañado, volviéndonos al camino correcto. Le debemos mucho a Dios por el beneficio de los ángeles custodios (Mística Ciudad de Dios, Libro I, cap. 23, n. 376s).  

En esta lucha del hombre, Dios no lo ha querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, ha puesto un Ángel de la Guarda, un Ángel siempre preparado para intervenir en cualquier momento que es requerido. Por desgracia la incredulidad hace que pocos recurran a él. Por eso hemos de hablar mucho de los Ángeles...

¡Cuántas veces los Ángeles, nuestros custodios están obligados a la pasividad casi absoluta por la incredulidad de los hombres! ¡Cuántas veces se ven obligados a retirarse para no asistir a la destrucción que el hombre hace de si mismo! ¿Cómo viven en el Paraíso? ....En el Paraíso no se vive una vida de inercia sino una vida intensamente activa. En el Paraíso se tiene la plenitud de la vida  

Puede darse un culto desmedido a los ángeles: “Que nadie con afectada humildad o con el culto de los ángeles os prive del premio” (Col 2, 18). Los ángeles son criaturas y, no obstante su perfección sobrehumana, dependen de Dios y están sometidos a Cristo.  

Tienen una relación con el mundo y con el plan divino de salvación. Su voluntad libre decide de un golpe y una vez provocada la decisión es irrevocable. No pueden errar en la verdad, pero pueden pecar en la voluntad, y de hecho así pecaron los ángeles caídos o diablos.  

Actualmente está de moda hablar de Ángeles. Hay personas que dicen que reciben Ángeles y les dan de comer. Los Ángeles no suelen aparecerse a las personas, aunque las acompañan todo el día, y no comen nunca pues son espíritus puros. No hay que olvidar que también existen los Ángeles caídos, que son los demonios que no pasaron la prueba que Dios les puso.