Tolerancia y educación religiosa en la escuela
Algunos partidos políticos parece que están empeñados en quitar la asignatura de la religión. Los medios de comunicación, que tanto influyen en lo que pensamos, se refieren a la educación religiosa como un “optional” que puede tomarse o no. ¿Por qué defender la educación religiosa en escuelas públicas? Es cíclicamente tema controvertido. Con frecuencia Juan Pablo II destaca que el diálogo interreligioso es parte importante de nuestra época, hemos de profundizar en las raíces de nuestra cultura, y también en el estudio de la religión pues la misma lucha contra el terrorismo está implicada en esta educación, en ese marco se ve cada vez más claro que el auténtico sentido religioso hace al hombre más humano. El conocimiento de las demás religiones, lo hace más tolerante, y ahuyenta el problema del racismo. Es verdad que unos conocimientos religiosos no bastan para hacernos buenos ciudadanos, pero es un medio más para ello. En todo caso, habrá que asegurar la calidad de esa enseñanza, más que arrinconarla.
El Estado puede ser aconfesional, el Estado, no yo, es decir, no los ciudadanos, que sí pueden ejercer la libertad religiosa, y por eso la ley ha de prever que en los Centros públicos se impartan enseñanzas religiosas de acuerdo con las convicciones de los alumnos o de los padres. Eso es sencillamente hacer posible el ejercicio de un derecho ciudadano. Los alumnos han de poder escoger el estudio de la religión (porque son creyentes, o por interés cultural). Y ha de ser una materia, el hecho religioso, que pueda evaluarse (no la fe del alumno, lógicamente, sino el conocimiento de esa disciplina), de la misma manera que se evalúan las demás.
El revuelo que se arma con la religión en algunos países no tiene sentido, si no es por el viejo tema del clericalismo/anticlericalismo ancestral de algunas culturas. Estamos hablando de una libertad para el estudio de la religión, pero esto no significa que en el escoger la religión todo sea lo mismo, no: eso sería indiferencia mala, hay que buscar la verdad y actuar en conciencia, siendo la verdad sobre el sentido de la vida del hombre y sobre Dios algo tan serio, va en ello nuestra felicidad. Pero esto ya pertenece a otro ámbito, no al de conocimientos sino al modo de vivir la fe, será por tanto el aspecto religioso que vivirá en los actos personales o colectivos de tipo religioso. Esa libertad habrá de vivirse con responsabilidad, es decir merece ser una elección hecha a conciencia por los padres, y no dejada a manos de la comodidad, de la elección preferida por el niño en aquel momento. Pero eso no es la materia de la asignatura de religión, eso es catequesis.
De manera que defender la religión en la escuela pública es exigir un derecho y esforzarse en un deber de padres cristianos: un cristiano podrá mostrar la invitación –sin fanatismo, con tolerancia, pero con autenticidad- de los auténticos derechos humanos, que colocan al hombre en la más alta dignidad, la de hijo de Dios; en la más plena libertad, liberado por Cristo del pecado mismo; en el más alto destino, la posesión definitiva y total del mismo Dios por el amor; Jesús nos sitúa en la más estrecha relación de solidaridad con los demás hombres por el amor fraterno y la comunidad eclesial; nos impulsa al más alto desarrollo de todo lo humano, porque ha sido constituido señor del mundo por su propio Creador; se nos da, en fin, como modelo y meta, pues es hijo de Dios encarnado, perfecto Hombre, cuya imitación constituye para el hombre fuente inagotable de superación personal y colectiva. De esta forma, el educador católico puede estar seguro de que hace al hombre más hombre, como decía el Cardenal Baum y M. Javierre en “El laico católico testigo de la fe en la escuela", publicado por la Congregación vaticana para la Educación. Es una tarea inmensa que el educador ha de transmitir con su vida y su palabra: el hombre inmerso cotidianamente en lo terreno, en la vida secular, está en posesión de tan excelsa dignidad.
¿Cómo desarrollar buenos programas? Este es otro tema, pues en ocasiones se ha dado muy bien la asignatura de ética, y quizá la de religión ha tenido menor buena prensa, será fruto del esfuerzo de todos que se lleve la teoría a la práctica; y a la larga también –y esperemos que con la ayuda de los medios de comunicación- en lugar de promover antivalores como la cultura de la transgresión, se apoyará por parte de los gobiernos una educación en el esfuerzo, importante para la madurez, en una visión completa del hombre: ¿por qué quitar de la educación –leía hace poco- precisamente aquellas cuestiones más importantes sobre el sentido de la vida humana, de su trascendencia, de su felicidad?