Lo de la memoria histórica trae cola no sólo en la sociedad civil, sino también en la Iglesia española. En La Razón(15/05) hemos leído que un grupo de sacerdotes madrileños con otros de Oviedo, están trabajando para solicitar de Roma la apertura del proceso de beatificación del cardenal Tarancón, al cumplirse el centenario de su muerte.
Superado el primer momento de natural sorpresa por la insólita noticia, pienso que no lo van a tener fácil los promotores de tal iniciativa. Si hay una figura controvertida en la reciente transición española, no cabe duda que es la del cardenal valenciano. No piensen que va haber la unanimidad de criterio que hubo, por ejemplo, con la figura del Papa Juan Pablo II, con lo de santo súbito.
Cabe pensar, tal como van las cosas en España respecto al laicismo socialista, con leyes contra la vida, la familia, o la enseñanza religiosa, que en Roma no está el horno para bollos, pese a los guiños del cardenal a la izquierda :”Con los socialistas viviremos mejor”. Desde luego, el Señor no le dotó con el don de profecía.
Su figura y personalidad, tanto para los de dentro como para los de fuera de la Iglesia, entre otras facetas, que son tarea de historiadores, hoy por hoy, no son paradigma de unidad y despertará pasiones enervadas como pastor y como político.
En lo que sí hay unanimidad es en admitir que fue un obispo amigo de sus curas en los más entrañables detalles y un empedernido fumador que hoy sufriría su purgatorio particular sin apenas indulgencias.