"Hablar de Dios resulta peligroso” es el título de un libro, publicado en los años ochenta, en el que Tatiana Góricheva narraba la experiencia de su descubrimiento de Dios en la Rusia soviética. Me ha venido a la cabeza ese título al leer que un médico inglés ha sido recriminado por el “General Medical Council” (el organismo sin cuya licencia no se puede practicar la medicina en el Reino Unido) por haber hablado de Dios a sus pacientes.
Leyendo la crónica de lo sucedido (aquí y aquí), resulta que el médico, anglicano, pidió si podía hablar de sus creencias cristianas con el paciente (que era de otra religión). Afirma que formuló esa cuestión cuando ya había concluido el examen médico y que hubiera zanjado la conversación apenas lo hubiera solicitado el paciente. El médico dice que fue una conversación entre dos adultos y que saca el tema con frecuencia en sus consultas porque piensa que también hay un elemento espiritual en la curación. No lo piensa así la madre del paciente, que fue quien presentó la queja que llegó al alto organismo médico.
Comentando este episodio, The Daily Telegraph afirma que el exceso de celo del “General Medical Council” en recriminar al médico (que no impuso nada a su paciente ni descuido su práctica profesional) forma parte de una tendencia: la de ir prohibiendo símbolos y expresiones de la fe cristiana por un malentendido sentido de la “multiculturalidad”.
Una actitud que solo se aplica cuando se trata del cristianismo. “Es verdad que hoy nadie espera que una persona que mantiene una posición de poder y responsabilidad sea un cristiano practicante. Pero es que parece que nos dirigimos hacia la alarmante situación en la que la simple profesión de fe se convierte en una ocasión de descalificación”.