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Soberbia y sensualidad

Soberbia y sensualidad

Manifestaciones de la soberbia y de la sensualidad. Virtudes a cultivar.

En este apartado encontrarás una lista de manifestaciones tanto de la soberbia como de la sensualidad que te ayudarán a detectar con mayor precisión dichas manifestaciones y a su vez se encuentran las virtudes con las que podemos vencer estas manifestaciones. Es recomendable que selecciones las manifestaciones que tienes y al final evalúes mediante el conteo de las manifestaciones, tanto de la soberbia como de la sensualidad, cual es tu defecto dominante.

Guía de ayuda para las manifestaciones de la soberbia y la sensualidad

Manifestaciones de la soberbia

Autosuficiencia: creer que me basto a mi mismo, que no necesito de Dios ni de los demás.

Autocomplacencia: estar muy satisfecho de uno mismo y por eso gloriarse de sí mismo, auto alabarse, complacerse de todo.

Altanería: Actitud despreciativa hacia los demás en palabras, gestos, miradas, ponerse al tu por tu con los demás.

Vanidad: querer aparentar lo que no se es, actuar o hablar para quedar bien, aún a costa de la verdad.

Apropiarse de los méritos ajenos: ante los éxitos ajenos, manejar las cosas de tal que modo, que parezca que el mérito es mío y así sacar yo el provecho.

Afán de singularidad: buscar ser original, especial, para presumir o llamar la atención. Querer tener privilegios o derechos que los demás no tienen.

Desaliento: desanimarse ante los propios errores o fracasos y tomar una actitud de pesimismo y de reproche.

Falta de aceptación personal: no estar conforme consigo mismo y por eso auto reprocharse, reprocharle a Dios por como se es y por ello ser inseguro (en el fondo porque se sueña con una imagen ideal que no es real o porque se compara con los demás)

Envidia: mirar con malos ojos cualidades éxitos de otros, que lleven a desanimarse o a desear un mal a otro.

Orgullo: rebeldía, querer que todo se haga como una quiere, enojo cuando se le contradice, apego al propio juicio.

Dureza de juicio: terquedad, ser necio, juzgar despreciativamente a los demás, mal interpretar sus actos.

Egoísmo: querer ser el centro y criterio de todo, interesarse solo por si mismo y por sus cosas.

Imponer el propio juicio y gustos: querer que todos aprueben, acepten y apoyen las propias opiniones, gustos, iniciativas, sin aceptar la de los demás.

Timidez: temor a fallar, a no tener éxito o a caer mal a los demás, no por eso es callado, uno no se abre a los demás.

Cavilaciones: darle muchas vueltas y vueltas a las cosa, complicándolas más de lo que son.

Suspicacia: complicar mucho las cosas, buscando siempre en las acciones, palabras o gestos de los demás, una intención secreta hacia uno de lastimar, ridiculizar, engañar, etc.

Racionalismo: querer entender todo con la razón y la lógica personal, incluso los misterios de fe, y no aceptar lo que no “entre” por ahí.

Ambición: afán de triunfar, de tener éxito, para sentirse bien con uno mismo, sentirse poderoso, mejor que los demás.

Juicios temerarios: emitir juicios negativos sobre otros, sin fundamento en la verdad.

Crítica: manifestar abiertamente fallos, errores, defectos de los demás, con intención de dejar mal a la otra persona, ante otros.

Hipocresía y fariseísmo: expresar hacia fuera sentimientos, actitudes, propósitos, etc., consciente de que no corresponde a los hechos reales.

Espíritu calculador: calcular siempre en todo los beneficios y perjuicios que se van a obtener y actuar según la convivencia. Por desconfianza en los demás, estarse siempre cuidando de que los otros no lo vayan a herir o engañar.

Arrebatar la palabra

Centralizar en sí el juego o la conversación.

 

Virtudes a cultivar

 

Apertura y búsqueda de Dios: apertura y valoración de los demás , reconociendo y aceptando sus cualidades opiniones, etc.

Cultivar una sana autocrítica para reconocer con realismo las propias cualidades y defectos y atribuir lo bueno a dones recibido de Dios y a mérito personal.

Apertura y llaneza, bondad en el trato con los demás, sencillez y flexibilidad.

Pureza de intención y transparencia en el obrar y actuar, ser sencillamente lo que soy.

Reconocer, aceptar y a alabar los éxitos de los demás, con objetividad y libertad interior.

Humildad para reconocerse como uno más y buscar vivir con sencillez.

Aceptar con humildad y realismo las propias limitaciones (sin agrandarlas) y tomar una actitud de lucha y superación con confianza en Dios y sano optimismo.

Cimentar la seguridad personal en el amor personal de Dios, aprender a ver con objetividad todas las cualidades personales, verse desde Dios y no desde la opinión de otros o de una imagen soñada.

Valorar con sinceridad las cualidades de los demás, sin compararse, con la libertad de espíritu.

Desprendimiento personal y flexibilidad para abrirse a lo que es diferente, a los cambios, a los demás, etc.

Apertura de mente y de espíritu para aceptar diversidad de opiniones y criterios. Bondad de corazón para comprender a los demás. Juzgar siempre por el lado positivo.

Caridad y generosidad, apertura e interés sincero por los demás, sus gestos, necesidades, estar en actitud de entrega y servicio.

Desprendimiento personal y actitud de escucha para acoger iniciativas, opiniones, con disposiciones de adaptarse a los demás.

Apertura sencilla y seguridad personal. Ser lo que se es, sin cuestionar la opinión de los demás.

Visión objetiva de las cosas, sencillez y llaneza para no complicarlas.

Confianza en los demás, sencillez y seguridad personal.

Fe y espíritu sobrenatural. Humildad para aceptar la limitación humana de la razón.

Pureza de intención. Humildad para enriquecer a los demás. Buscar beneficios para otros y no solo para uno mismo.

Hablar sólo de los hechos de los que se conozca con certeza la verdad objetiva e informarse siempre bien antes de emitir un juicio.

Aprender a silenciar los errores ajenos y saber descubrir y alabar las cualidades o virtudes y saber defender a los demás cuando se presencia una crítica.

Autenticidad y transparencia en el hablar y en el obrar.

Sencillez y generosidad. Confianza en los demás, apertura sencilla y llana.

 

Manifestaciones de la sensualidad:

Comodidad: buscar siempre lo más fácil, lo que implique menos esfuerzo y por ello hacer las cosa a medias.

Pereza: dejarse llevar por la apatía, perder mucho el tiempo sin hacer nada, hacer el mínimo esfuerzo posible en todo.

Irresponsabilidad: no cumplir con el deber, los encargos o compromisos, con la puntualidad y totalidad que se debe, por apatía o despiste despiste.

Falta de disciplina: vivir según el sentimiento o impulso del momento, sin someterse nunca a un horario o a una orden.

Inconstancia: ser incapaz de mantener fiel a unos propósitos, o a unos compromisos contraídos.

Divagación de la mente: vivir con la mente dispersa, pensando en mil cosas sin concentrarse en lo que se está haciendo.

Huída del sacrificio: huir y sacarle la vuelta a todo lo que cueste o exija desprendimiento personal.

Sentimentalismo: vivir al vaivén de los sentimientos dejándose manejar por ellos. Ver siempre las cosas a través del sentimiento del momento, sin objetividad.

Sensiblería: valorar las cosas sólo en la medida en que producen sentimientos bonitos, sin buscar los sólidos, lo consciente.

Castillos en el aire: vivir siempre como evasión, en posibles sueños y deseos irreales, buscando en ello compensación o satisfacción.

Curiosidad: querer saber siempre todo, estar enterada de todo leer escritos o escuchar conversaciones que no me competen.

Superficialidad: vivir sin profundizar en el verdadero sentido de la vida y de las cosas, buscando solo el disfrute y la diversión fácil. Estar muy pendiente del chisme, de las novedades, etc.

Vida de sentidos: buscar satisfacción en verlo todo, experimentarlo todo, no poder vivir sin ruido, sin el “disfrute de la vida”.

Gula: comer o beber en exceso, por puro placer, o como manifestación de insatisfacción o desfogue.

Búsqueda del placer físico: buscar todo aquello que produzca placer corporal, en posturas, en relación con los hombres o mujeres, masturbación, etc. (como compensación de algunas carencias).

Afectividad excesiva: ser exagerado en las manifestaciones y en la búsqueda de afecto de manera descontrolada y sin estabilidad.

 

Virtudes a cultivar

 

Cultivar el espíritu de trabajo, formar una voluntad firme, escoger siempre lo mejor no lo más fácil, ni lo más cómodo.

Cultivar un espíritu de militancia en todo, poner medios concretos para formar la voluntad mediante pequeños retos o mortificaciones. Aprovechamiento del tiempo.

Madurez para tomar con seriedad los compromisos que se tienen y sus exigencias. Formarse en el orden, poner medios concretos para acordarse de las cosas.

Imponerse un “orden de vida” tener un horario, un sistema de orden, de trabajo y de organización, evitando las improvisaciones o las apatías y desganes.

Empezar por ponerse pequeños propósitos y exigirse fidelidad a ellos, e ir incrementando la exigencia. Cumplir puntualmente las exigencias de los propios deberes y compromisos, desterrando todos los sistemas.

Disciplina mental, exigencia consciente, estar donde debo estar con los pensamientos. Formar el hábito de la concentración.

Formarme en la reciedumbre y firmeza de carácter, afrontar lo costoso, como muestra madurez y coherencia.

Ser persona de principios y actuar siempre conforme a ellos. Dominio y voluntad, para manifestarse firme y coherente a pesar de un sentimiento negativo. Aprender a juzgar los hechos con objetividad, “desde fuera”.

Madurez; juzgar las cosas, los acontecimientos, las personas, según su valor objetivo, independientemente del atractivo sensible que tenga.

Formarse en el realismo; vivir con madurez y coherencia el momento presente. Aceptar y proyectar la propia persona en el marco del realismo.

Preocuparse e interesarse únicamente de lo que realmente competa o sea de importancia personal. Mortificar los sentidos, dominio personal. Convencerse de la inutilidad y pérdida de tiempo que implica la curiosidad.

Fomentar el hábito de la reflexión profunda. Ahondar en los valores e ideales auténticos de la vida. Dar tiempo a reflexionar sobre la propia vida, el sentido que se le quiere dar. Dar respuesta a estos interrogantes y vivir coherentemente.

Descubrir el valor de la auténtica vida interior y de la solidez interior. Buscar momentos de silencio, de oración, de reflexión personal, para alimentar los ideales profundos y no dejar que se “sofoquen”.

Fomentar la voluntad y el dominio personal para ser dueños de sí, ponerse pequeños propósitos. No darle más importancia a la comida de la que tiene. Cimentar una profunda y auténtica seguridad personal y afrontar con decisión los problemas, sin buscar escapes que no solucionan nada.

Espíritu de mortificación y dominio personal, empezando con pequeñas privaciones con el fin de incrementar los valores espirituales más profundos y centrar en ellos la propia vida. Si hay carencia afectivas, profundizar en el valor del verdadero amor, en el amor de Jesús...para buscar el verdadero amor y no una mera compensación que llene momentáneamente un hueco.

Aprender a encauzar y dominar los impulsos de la afectividad. Valorar y buscar nuestras más ecuánimes e incluso “espirituales”. Poner el peso del amor en las actitudes interiores, y en la donación afectiva, en la entrega al otro y no tanto en lo externo.