Alma teñida de un silencioso dolor,
que desgarra y atenaza sin compasión,
en noche de vil e infamante traición,
se entrega el Cordero por el pecador.
Mientras dormimos cobijados en sueños,
se inicia el suplicio de quien nunca pecó,
abandonando y solo cubiertos sus ojos,
de todos nosotros tormento cruel recibió.
Mirarme culpable de tanto desamor,
me lleva a implorar suplicante perdón,
verte por mí en tan gran consternación,
liberas mi alma sembrándole tu amor.
Recojo furtiva de tu rostro una luz,
lágrima que escapa de tu gran corazón,
sumergida en el manantial de tu cruz,
do brotan las flores de la redención.
Una y mil veces de espinas te coroné;
dolorosa vengo a postrarme a tus pies,
mirando mi vida que al mundo confié,
perdiendo el camino, al fin te encontré.
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Crucifixión, © Arte Religioso Contemporáneo |
En la turba grité pidiendo crucifixión,
siguiendo el tumulto sin justificación;
amor en raudales fue tu consolación,
hoy murmuro en silencio una oración.
No estuve a tu lado camino del Calvario,
me envolvían redes de angustia y pavor,
sentía miedo y escondí mi gran temor,
no quería sufrir y aprender tu lección.
A tus pies estuve viendo tu cruel agonía,
cerraba los ojos para no sentir compasión,
una gota escarlata de tu Sangre Sagrada,
abrió la puerta a mi insensible, vil corazón.
Recibí tu perdón como arrepentido ladrón,
alma transida en silenciosa contemplación,
tomé para mi clavos y espinas con emoción,
un madero que es cruz de amor y salvación.
Caminaré por siempre penitente tus huellas,
conociendo y sabiendo de tu amor redentor,
sumergida en el abismo de tu compasión,
ofrecerme junto a Ti a nuestro Padre Dios.
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