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¿Sexo seguro?

¿Sexo seguro? 

Diversas ciencias sociales han tratado de explicar el fenómeno del amor. La psicología y la antropología desbordan libros y tesis en un esfuerzo por entender los mecanismos de este sentimiento.

Pero... ¿es un sentimiento? ¿Una pasión? ¿Un juego de pensamientos? Muchas veces no nos explicamos por qué un determinado hombre se enamora de una determinada mujer. Lo que en lenguaje común y corriente muchas veces traducimos por “¿Qué es lo que él pudo ver en ella? o ¿Qué es lo que ella pudo ver en él?

No en vano decía Epicteto en su Enquiridión: “A los hombres no les perturban las cosas, sino la visión que tienen de las cosas”. Este proceso del enamoramiento continúa hasta llegar al “... amor que se hace gratuidad, acogida, entrega”, de acuerdo a la definición de Juan Pablo II. (EV. 92)

De tal forma, el amor se va convirtiendo en una entrega que pasa de ser una obsesión por la posesión del objeto amado, a una pasión por buscar lo mejor para el objeto amado. En esta dinámica del amor nos encontramos con fases tan interesantes como el martirio, cuando una persona dominada por la pasión del amor entrega su vida por el objeto amado.

”Morir de amor” deja de ser una expresión hueca o meramente romántica, para convertirse en un verdadero programa de vida, pues como ha dicho un escritor espiritual de nuestros tiempos: “el amor es esperar del ser amado, lo mejor”.

El amor no se cansa ni escatima nada, con tal de manifestar el aprecio por la persona amada. Un común denominador de todo amor es el deseo de proteger al otro, incluso, hasta dar la vida por él. Muchas veces hemos oído frases trilladas, melodramáticas, en donde los enamorados prometen dar su vida por el otro.

Bien sabemos que son exageraciones, pero también nos consta que en la vida real hay verdaderos casos de heroísmo que tienen como origen el amor por el ser amado. Hombres y mujeres que han dado la vida por sus seres queridos sin recibir otra recompensa que la satisfacción de haber amado con todo su ser. Verdaderos héroes y heroínas en el silencio de una vida común y corriente pero con una gran capacidad de sacrificio y de donación.

Nadie que se encuentre bajo el sano hechizo del amor habrá pensado en hacer daño a la persona amada. Si en verdad una persona está enamorada, buscará lo mejor para el ser amado, ofrecerle lo mejor de su vida y llegado el caso, defender a esa persona. Y si a alguien se le ocurriera hacer daño a su amado, podríamos pensar que estamos ante un grave caso de enfermedad.

Sin embargo... enfermos o no, existen personas que en la actualidad pueden causar un grave daño, incluso la muerte, a la persona amada. Personas, como ha dicho el Papa, que por “una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad... presuponen un concepto egoísta de libertad que ven en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente... contradiciendo la verdad plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal”. (EV. 13)

La lógica del amor queda completamente trastocada y quien debería amar a su pareja, está siendo agente transmisor de su muerte, daño irreparable y definitivo. “Protege a tu pareja”, es el slogan publicitario de este tipo de amor, pero ¿cómo podemos clasificar este amor, si completáramos la frase "protege a tu pareja", con tres palabras: “¿de ti mismo?” ¿Tiene alguna lógica esta frase? ¿Puede un ser humano causar la muerte del ser querido?

Joel Nitzkin y Mark Merkens, afamados médicos estadounidenses, han dicho que una vez que un ser humano contrae el virus del SIDA, queda infectado para toda su vida y que “toda relación sexual representa una seria posibilidad de contagio”. El sexo seguro, no lo es tanto, pues “la ineficacia de los preservativos para prevenir la transmisión del SIDA, ha quedado comprobada” (J. Curran, Anales de Medicina Interna, Estados Unidos).

Siempre que un infectado de SIDA decida tener relaciones con su pareja, deberá tener en la mente que la está exponiendo a la muerte. Una persona contagiada de SIDA, tendría que ser honesta con su pareja y decirle: “Mi vida... ¿quieres hacer el amor conmigo o jugar a la ruleta rusa? La probabilidad que tienes de salir ilesa de la ruleta rusa, es la misma probabilidad que tienes de que no te contagie de SIDA, aún a pesar de usar el preservativo”.

¿No te parece extraño que los mismos médicos que promueven los preservativos, usen guantes quirúrgicos de látex de mucho mayor calibre que los preservativos? ¿Será que ellos se aman a sí mismos y no quieren causarse ningún daño?

Otros datos sobre el tema:

1. El riesgo de contraer SIDA aumenta con:

Un número creciente de compañeros sexuales

El uso de drogas intravenosas y los tatuajes

La copulación anal

Cualquier tipo de relaciones sexuales

2. En 1995, se estima que había 1.5 millones de americanos infectados con el VIH. Algunos han desarrollado la enfermedad, pero la mayoría no presenta aún síntomas y muchos no saben que están infectados.

3. El virus del SIDA muere rápidamente fuera del cuerpo humano. No puede transmitirse a través de contactos cotidianos o sociales. Los familiares de una persona con el VIH no pueden contagiarse usando el mismo vaso que el paciente usó para beber. No se conoce ningún caso en el que un niño infectado le haya transmitido el virus a otro niño en la escuela.

4. El 20% ó 40% de los bebés que nacen de madres infectadas desarrollan la infección del VIH. Muchos de estos niños se mueren antes de llegar al año o a los dos años de edad y aunque algunos viven por años, su desarrollo se atrasa y contraen muchas infecciones.