Pasar al contenido principal

Sentido de la vida y del amor

Sentido de la vida y del amor

Para estar centrados hay que tener un sentido de la vida, del amor, del dolor, del trabajo y de la muerte, según Viktor Frankl en su libro Psicoanálisis y existencialismo.

Hay que partir de las verdades existenciales que son: Dios existe y tengo un alma inmortal. Una vez aceptado esto hay que pasar al segundo punto: la creación y la redención. La lectura de los relatos sobre la Creación quedaría incompleta si no se hiciera a la luz de Cristo. San Pablo dice que “en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y sobre la tierra (...). Todo ha sido creado por Él y para Él” (Col, 1,16).

“La vida es siempre un bien. Esta es una intuición o, más bien, un dato de experiencia, cuya razón profunda el hombre está llamado a comprender (...). La vida que Dios ofrece al hombre es un don con el que Dios comparte algo de sí mismo con la criatura” (Juan Pablo II, Evangelium vitae n. 34). La vida es sagrada porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador.

Para profundizar en los motivos que sustentan la bondad de toda vida humana, se hace necesario volver una y otra vez al tema de la creación. Tema que lleva a reflexionar sobre la bondad de Dios y de su afán paterno por compartir.

Entonces, se observa que hay una pregunta que puede causar conmoción: “Yo, ¿para qué estoy en el mundo?”. Es una pregunta fuerte, y es necesario que cada uno reflexione y la resuelva por cuenta propia. A veces el ser humano posee una estructura débil porque no tiene rumbo, porque no sabe quién es, de dónde viene y a dónde va. Otras veces es endeble porque carece de cultura, de principios morales o de convicciones.

El amor sabe esperar y respeta a la persona amada; la pasión no ve ni oye ni entiende razones, excepto las que su egoísmo le dicta, y busca el placer y la satisfacción personal. Cuando una pareja ha encontrado el “camino rápido a la intimidad” -que son las relaciones sexuales-, no se molestan por conocer a la otra parte en su intimidad emocional, mental y espiritual. Toman lo fácil, no lo durable.

Las adicciones, a la droga, al sexo, al alcohol, son en el fondo una búsqueda espiritual pero fuera de camino, fuera de la verdad humana. Benedicto XVI invita una y otra vez a que se busque la verdad, pues para ella estamos hechos y ella nos hará libres. Dice que la búsqueda humana de la verdad nos lleva a sostener un diálogo con la filosofía. La búsqueda de la verdad por parte del creyente se realiza en la escucha de la Palabra de Dios y la búsqueda de la razón.

Para terminar transcribo un poema de Manuel Benitez Carrasco, poeta andaluz

Soledad del amor desprendido

Mira si soy desprendido
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.

Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río,
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos,
porque era anillo de barro
mal tasado y mal vendido,
y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso
que puso en zarzas y espinas
un fingimiento de lirio.

Tiré tu cariño al río
porque era una planta amarga,
dentro de mi huerto limpio,

Tiré tu cariño al río,
porque era una mancha negra
sobre mi fachada blanca.

Tiré tu cariño al río
porque era mala cizaña
quitando savia a mi trigo.

Y tiré todo tu amor,
porque era muerte en mi carne
y era agonía en mi voz.

Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso y luz de un día,
yo te acunaba en mi mano
y en mi mano te cuidaba,
y tú, por pagarme, herías
la mano que te acunaba,
porque al hacerlo, olvidabas
tal vez por ingenuidad
que te di mis sentimientos
no por tus merecimientos
sino por mi voluntad.

Yo no puse en compra-venta
mi corazón encendido,
y haz de tener en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprado ni vendido
sino que lo regalé
porque yo soy desprendido,
por eso te di mi rosa
sin habérmela pedido;
porque yo soy desprendido
y doy las cosas sin ver
si se las han merecido.

Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el látigo de mi carro.

...Ya ves si soy desprendido
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río...