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Sencillez y naturalidad

Sencillez y naturalidad

La sencillez no puede fingirse, viene de dentro, no es un disfraz: es lo contrario: hacer que no haya diferencia entre dentro y fuera. La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí proviene la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye al exterior. Interiormente somos prisioneros, aunque en lo externo parezcamos muy sencillos. Podemos ser esclavos de deseos, apetitos, dinero.

Si uno no es sencillo no puede ser sensible a los árboles, a los pájaros, a las montañas, al viento, a todas las cosas que existen en el mundo que nos rodea. Y si no hay sencillez, uno no puede ser sensible al mensaje interno de las cosas. La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la conciencia.

Ser sencillo en todo el proceso de nuestra conciencia es extremadamente arduo. Porque no debe existir ninguna reserva interior, tiene que haber ansia por averiguar, por descubrir el comportamiento de nuestro ser. Y eso significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia, darnos cuenta de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y liberarnos de todo eso constantemente. Sólo entonces, cuando la mente y el corazón son realmente sencillos, cuando están limpios de sedimentos, seremos capaces de resolver los múltiples problemas que se nos plantean.

El saber no resolverá vuestros problemas. Es sólo mediante la experiencia directa como se resuelven nuestros problemas; y para tener experiencia directa ha de haber sencillez, lo cual significa que debe haber sensibilidad.

Probablemente no hay nada más chocante que una personalidad "inflada" o quienes se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades. Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.

La personalidad sencilla es única, recia, sin adornos ni artificios, no le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades porque son evidentes y naturales. La sencillez nos enseña a saber quienes somos y lo que podemos.

La cultura de hoy a veces quiere hacernos creer que valemos por nuestra ropa, por nuestros autos, por estar a la moda, porque somos poderosos, porque podemos humillar. Pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que comienza a caracterizar a nuestra sociedad.

Es fácil caer en la tentación de "lucir" en cualquier circunstancia: al entrar a un restaurante, al asistir a una fiesta importante... A veces podemos pasar muchísimo tiempo tratando de encontrar la ropa, accesorios adecuados, y podemos caer en la afectación en nuestra postura y tratar de cuidar cada palabra. Esto también con frecuencia puede quitarnos totalmente la espontaneidad y la frescura haciéndonos francamente insoportables.

La persona humana esta dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. ¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia? ¡No! ¿De qué sirve estarme comparando con los demás? El progreso interno es lo importante.

No debemos centrar nuestra vida en querer impresionar a los demás por estar "a la última" en electrónica, moda, autos, muebles, y peor aún es cuando nuestras posibilidades nos permiten llegar al punto de la ostentación. La postura de altivez y menosprecio son detestables, y son efecto directo de estas ostentaciones. Con frecuencia se desvirtúa la imagen de las personas sencillas, haciéndolos sinónimo de timidez e ingenuidad. La sencillez no es pobreza ni mendicidad, es tener lo que se necesita pero sin caprichos superficiales.

Ahora bien, el valor de la sencillez tiene distintas manifestaciones ¿Qué hace una persona para ser sencilla? En el caso de nuestra forma de hablar podemos citar varios ejemplos. Una persona sencilla,...

- Utiliza con mesura la palabra, evitando acaparar las conversaciones para convertirse en el centro de atención; del mismo modo su lenguaje es apropiado, sin recurrir a palabras altisonantes o de mal gusto.

- Tiene un lenguaje comprensible y adecuado a la ocasión, sin caer en el uso de palabras cultas o rimbombantes, para formar una imagen erudita y de vasto conocimiento, lo cual no siempre esta de acuerdo a nuestra realidad.

- Evita hablar en todo momento de sus logros, aciertos y reconocimientos alcanzados. Si bien es molesto escuchar hablar “de la buena fortuna” presente, llega al punto de intolerable, exaltar las glorias pasadas.

Posiblemente, la manifestación más clara de la sencillez se encuentra en el aspecto exterior de la persona:

- Porque viste con decoro, sin llegar a ser estrafalario, de acuerdo a la ocasión y procurando usar aquellas prendas que están más de acuerdo a su persona, sin dejarse seducir por la exageración caprichosa de la moda, las joyas o los colores llamativos.

- Los modales distan mucho de ser artificiosos y estudiados especialmente para cada situación concreta, desde la forma de saludar, utilizar los cubiertos, leer la carta, ordenar un platillo o una bebida especial... La sencillez es cortesía, la altivez grosería.

- Siempre puede contarse con su apoyo, no tiene miedo a prestar un Servicio porque no existen actividades de “segunda categoría”, todo es importante y necesario.

Es de igual importancia la forma en la que se aprecian los bienes materiales, porque la sencillez nos hace:

- Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios. Es bueno comprar cosas de buena calidad y que nos presten el servicio que se desea durante más.

- Nuestra forma de ser, de vestir debe ser acorde con nuestra circunstancia personal.
La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a las personas por lo que son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad sincera. Todos sus bienes y posesiones están a disposición de los demás.

El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir, sentirnos distinguidos y admirados por la apariencia. Nuestro interior, nuestro corazón es lo que verdaderamente cuenta. Una persona sencilla gana más corazones. (cfr. http://www.proyectosalonhogar.com).

Dice un escritor español, Eugeni d' Ors: Entre dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve..

Para llegar a ser sencillos hay que renunciar a defenderse, hay que dejar de pensar en los propios derechos. Es la intención lo que simplifica, esa intención que en el Evangelio viene comparada con la mirada: Si tu ojo fuera sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado (Mat 6,22). Si nuestras intenciones son rectas, toda nuestra vida será una, verdadera y luminosa, en vez de ser doble como la de quienes pretenden servir a dos señores: a Dios y a sí mismos. La sencillez sólo es posible cuando hay lealtad. La debilidad de la intención también quita sencillez.

¿Y cuáles son los medios para alcanzar la sencillez? Hay uno radical: la sinceridad. Contra ella no sirven de nada ni siquiera nuestras propias flaquezas. La sinceridad no busca el modo de decir, sino sencillamente lo que hay que decir. Hay que renunciara encubrir, a atenuar, a disimular.