San José, Maestro y modelo
El 19 de marzo es la solemnidad de san José, y la piedad popular suele dedicarle siete domingos en preparación de esta celebración, recordando los siete dolores y gozo del santo Patriarca. Podríamos resumir su devoción con siete pinceladas para verlo modelo de nuestra vocación, y maestro de como tratar al Señor.
1. Hombre justo y sencillo. Así se puede definir la grandeza de su vida: santidad al alcance de todos. Nosotros queremos hacer cosas extraordinarias, soñamos en heroicidades donde demostramos lo mucho que valemos. Él, el más grande de los santos, después de Maria, paso inadvertido, nos habla de la grandeza extraordinaria de la vida cotidiana, que la santidad no está en hacer como en el circo las cosas cada vez más complicadas: “¡más difícil todavía!”, sino en hacerlas con más amor.
2. Hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: “gracias a Dios!”, y cuando iba al revés, diría: “bendito sea Dios!”, de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.
3. Modelo en el amor esponsal. Como dice Fernández Carvajal, José ama a María con el amor más puro y delicado que podemos imaginar. Lo ha pintado de edad avanzada, pero debía ser joven. El corazón sí que lo tenía muy grande, y con una pureza digna del esposo de Maria. “Participó de la plenitud de la Santísima Virgen de una manera bien singular: por su amor conyugal, por su mutua sumisión a las obras y por la comunicación de sus consolaciones interiores. La Santísima Virgen no pudo consentir que San José se viese privado de su perfección, joya y consuelos. Era bondadosísima, y por la presencia de Cristo y de los ángeles gozaba de alegrías ocultas a todos los mortales, que solo podía comunicar a su esposo amadísimo, para que en medio de sus trabajos tuviese un consuelo divino; y así, mediante esta comunicación espiritual con su esposo, la Madre intacta cumplía el precepto del Señor de ser dos una sola carne” (Isidoro de Isolano). Esta unión había de ser muy fuerte, y pensaba san Josemaría Escrivá que san José murió asistido por María y Jesús, pero al resucitar Jesús, muchos justos también resucitaron y subieron con Él al cielo, donde Jesús quiso tener a su lado al que le había hecho de padre, para esperar la madre que subiría más tarde...
4. Padre de Jesús y nuestro. Relación misteriosa y llena de gracia, ser “padre nutricio del Verbo encarnado; fue creado y puesto en el mundo con este fin; es el objeto primero de su predestinación y la razón de todas las gracias” (R. Garrigou-Lagrange). Para nosotros, el santo Patriarca es Padre y Patrón de la Iglesia y de cada miembro de ella; a él le han sido encomendados todos los cristianos de todos los tiempo, y en la multiplicidad de las vocaciones, como cantan sus Letanías: “San José, ilustre descendiente de David, luz de patriarcas, esposo de la Virgen María (...), modelo de los trabajadores, honor de la vida doméstica, guardián de las vírgenes, apoyo de las familias, consuelo de los afligidos, esperanza de los enfermos, patrón de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Iglesia santa...”
5. Modelo de vocación eclesial. “A todos los que Dios escoge para alguna cosa, los prepara y dispone para que sean idóneos” (Santo Tomàs de Aquino). Él fue llamado a custodiar el gran Misterio, del que participó como ninguna otra persona, salvo María. Su alma fue revestida con dones eminentes, para llevar a cabo la misión extraordinaria; y dice B. Llamera que –ya que a él Dios encomendó aquello que más estimaba de este mundo- el ministerio de San José fue de tal importancia que todos los ángeles juntos no sirvieron tanto a Dios como José él solo.
6. Intercesor para el apostolado. A él acudimos para pedir más vocaciones, y la fidelidad a nuestra vocación: “cuando, por gracia divina, Dios escoge a alguien para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esta misión, lo cual se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de nuestro Señor Jesucristo y esposo de Maria” (San Bernardino de Siena).
7. “Es Maestro de vida interior, y tiene mucho poder delante del Señor y delante de la Virgen María” (J. Escrivá). “Quien no encuentre maestro que le enseñe oración, coja este glorioso santo por maestro, y no errará el camino” (Santa Teresa de Jesús). Lo dice aquella rogativa: “¡Oh, José!, varón bienaventurado y feliz, a quien fue concedido de ver y oír a Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y oír, y no oyeron ni vieron. Y no solamente verlo y oírlo, sino llevarlo en brazos, besarlo, vestirlo y custodiarlo: rogad por nosotros.”