Manuel Guerra Gómez, experto en sectas, nos habla de algunas de sus características. Guerra es autor de un libro de 640 páginas, titulado: “Sectas. Los nuevos movimientos religiosos (Las sectas): Rasgos comunes y diferenciales”, EUNSA.
Rasgos definitorios del ser humano son, por ejemplo, la racionalidad y el habla. Las sectas tienen rasgos caracterizadores, entre ellos está la de tener una estructura autónoma y piramidal. Los miembros de los nuevos movimientos religiosos no conectan directamente con Jesucristo como los cristianos eclesiales en comunión con sus obispos, con el colegio episcopal, con y bajo la dirección del Romano Pontífice.
Las sectas suelen admitir la Sagrada Escritura, pero la interpretan a su modo. A veces se aferran a la literalidad; no suelen admitir los géneros literarios. Algunas, por ejemplo, los testigos de Jehová, utilizan una versión especial de la Biblia, adaptada a sus doctrinas, de manera que puedan sacar conclusiones distintas, incluso contrarias, a las de todos los cristianos. Por ejemplo traducen “y el Verbo era un dios” en vez de “y el Verbo era Dios” (Juan 3,6).
Las sectas son aquellos grupos que, además de la Biblia, tienen otros libros “revelados” o “mensajes proféticos” que excluyen de la Biblia algunos libros protocanónicos, o cambian radicalmente su contenido. Así, los mormones deforman la historia, dicen que Jesús no habría ascendido al cielo sin antes visitar América y hacer allí sus últimas revelaciones. Lógicamente las últimas son las definitivas y, en caso de divergencia, prevalecen sobre las anteriores. Los adventistas añaden “una segunda Juan(a) Bautista” (su fundadora Ellen White); según ellos la redención se habría operado en tres fases, las dos últimas por medio de su secta.
Para poder llamarse cristiano hay que creer, por lo menos, en la Santísima Trinidad y en la divinidad de Cristo, dos realidades y verdades negadas, o al menos deformadas, por todos los nuevos movimientos religiosos.
Los fundadores y líderes de las sectas de impronta cristiana desplazan a Jesucristo, a quien, no obstante, ponen en un sitio de honor y, en su lugar, se ponen a sí mismos. De esta manera se confirma, casi tantas veces como sectas hay, que el hombre o adora al Dios verdadero o se talla la imagen de un ídolo. Varios grupos, sobre todo de los denominados “esotéricos, gnósticos, etc.”. Despersonalizan los rasgos divinos y reemplazan a Dios por una aspiración mítica, utópica e ideal, a saber: Nueva Era, la Era del Acuario. Y, según ellos, esta Era mesiánica está a punto de advenir.
Los nuevos movimientos religiosos tienen una antropología y una escatología incompatibles con el cristianismo. El rigorismo y la estrechez de miras de algunas sectas, se traducen también en el integrismo de las creencias y en el fanatismo en cuanto al comportamiento y trato con los no pertenecientes a la propia secta.
Unos grupos se inclinan por el rigorismo ascético y otros grupos, al revés, caen en el desenfreno moral, pues aconsejan la promiscuidad sexual, la prostitución, la homosexualidad (Niños de Dios, Agora, CEIS, Edelweis, La Comunidad, etc.) con el agravante de que su fanatismo le impulsa a convertirlo en algo “sagrado” y objeto de propaganda.
Otra característica de las sectas es que viven desentendidos de la “cuestión social” y se centran en el fanatismo proselitista. Los testigos de Jehová, se presentan como “cristianos”, sin serlo, a fin de facilitar la captación de nuevos adeptos. Casi todas las sectas se creen en posesión de toda la verdad. Los demás están en el error y en la condenación, por ejemplo: sólo los testigos de Jehová no serán aniquilados tras el fin del mundo.
El proselitismo auténtico es obra sobre todo de Dios, de su acción en las almas, y de la cooperación humana.
La predicción y espera del fin del mundo, o al menos, de una gran catástrofe se da en muchas sectas. De nada sirve aludir ala crucifixión de Jesucristo y a que Dios prefiere dejarse crucificar a crucificar a los demás para salvarnos a todos. Y de nada sirve argüir con la alusión a las fechas tantas veces prefijadas, y otras tantas veces han fallado. Estas predicciones van fallando una tras otra. Dios se convierte en objeto de temor en los nuevos movimientos religioso.
En resumen, los rasgos específicos de una secta es que se trata de un “grupo autónomo, no propiamente cristiano, de estructura piramidal, sin crítica interna, fanáticamente proselitista, desentendido de la “cuestión social”, exaltador del esfuerzo individual, que no acepta la Biblia como única fuente escrita de la Revelación divina y espera el inminente advenimiento de una Era nueva intramundana, ya “colectiva” o especie de paraíso en la tierra tras una catástrofe cósmica (fin del mundo, guerra mundial) o sin ella, ya “individual” o de una transformación-autorrealización maravillosa del adepto”.