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¿Quién controla los filtros?

¿Quién controla los filtros?

Sobre cualquier hecho se pueden dar cientos de interpretaciones.

Lo vemos en todos los ámbitos de la vida humana: respecto del pasado o del presente, del fútbol o de la vida laboral, de la política o de la religión.

Pero el pluralismo de interpretaciones y de noticias queda “filtrado” de modo profundo. Hay filtros aplicados especialmente por los propietarios de los medios informativos y de las grandes editoriales, que dan a sus equipos de trabajo directivas precisas sobre lo que pueda pasar a la sociedad y sobre lo que difícilmente será conocido por la gente.

Desde esos filtros, un buen historiador puede quedar silenciado por sus juicios sobre la segunda guerra mundial o sobre la guerra civil española, mientras que otro historiador, poco serio y muy parcial en sus juicios, puede tener pleno acceso a las editoriales, a la radio y televisión, a los principales periódicos nacionales.

Desde esos filtros, un buen político no podrá dar a conocer nunca análisis acertados sobre la situación en la que vive su nación, porque sus reflexiones quedarán excluidas de los círculos de poder que controlan el flujo informativo.

Por culpa de esos filtros, la Iglesia católica no será capaz de hacer oír su doctrina y sus posiciones sobre temas que interesan a millones de seres humanos. Porque su palabra quedará encerrada, la mayoría de las veces, en algunas páginas de internet o en boletines de escasa difusión, sin acceder a los grandes medios de comunicación de masa. Porque en otras ocasiones, cuando consiga entrar en el mundo de la gran información, tendrá que pagar un alto precio: aceptar que los filtros puedan recortar o manipular la doctrina católica.

Todos queremos saber la verdad. Muchos no podrán acceder a ella si la información está controlada y dirigida según intereses muy particulares, según ideologías ajenas a la justicia, a la verdad, al bien.

En cambio, será posible conocer de modo más preciso lo que pasa en nuestro mundo inquieto si se promueve el valor de la honestidad entre quienes llevan adelante la hermosa y comprometida tarea de difundir noticias, de ofrecer reflexiones, de iluminar conciencias. Una honestidad que debe abarcar a todos: a los propietarios, a los directores, a los encargados de sección, a los reporteros y redactores. Una honestidad que a veces implicará grandes sacrificios: no es nada fácil enfrentarse con algunos poderosos para decir “no” a un artículo manipulado y para decir “sí” a la verdad y a la justicia.

Hace falta un bautizo de ética en el mundo informativo. Para que los filtros estén en buenas manos, para que permitan más visibilidad al bien y menos al engaño y a la violencia, para que promuevan los valores de la vida y la familia, para que mantengan los corazones abiertos a horizontes de transcendencia y a la invitación a amar sin límites a quienes participan de la misma dignidad humana.