Si hay un fenómeno notable en los últimos años, este ha sido el gran interés que hay en la sociedad por los Valores. Y este interés ha crecido cada vez más. Escuelas, universidades, iglesias, gobiernos, todos hablan de valores. Hay una creciente producción de estudios y de libros sobre el tema, Por otro lado, no puede uno dejar de tener la impresión de que, en general, hay una gran confusión sobre el tema. Muchos autores ni siquiera se molestan en ir más allá de una definición de diccionario, antes de darnos grandes textos sobre los valores.
Esto trae una gran confusión. En muchas ocasiones se mezclan valores, con opiniones o con observaciones, como si fueran la misma cosa. También es frecuente la confusión entre valor y virtud. Muchas veces se dice, o por lo menos supone, que un valor es lo mismo que una virtud. Se piensa que un valor sólo lo es cuando se vive y que si no se está viviendo, no existe como tal. En una sociedad que es laica como la mexicana (al menos en lo público), se están usando a veces el concepto de valores como una manera “políticamente aceptable” de referirse a virtudes y evitar ser visto como una persona religiosa.
Es tan extendida esta confusión, que he encontrado personas que se indignan cuando se les dice que los valores no necesariamente son virtudes. Déjeme poner un ejemplo. Para una persona las utilidades, la buena música, su satisfacción sexual o su propio bienestar pueden ser valores (y muy legítimos, por cierto), pero difícilmente puede decirse que sean virtudes.
No pretendo dar la definición última de lo que es un valor, pero he encontrado muy útil decir que valor es aquello que es percibido como un bien y preferido a otros bienes. Por supuesto, esta definición no es mía; la tomo de William Johnson, en su libro “Construyendo sobre roca firme” Esta definición tiene varias consecuencias. El valor es una percepción de nuestra razón, a diferencia de las virtudes, en las que interviene toda la persona. Una virtud, podríamos decir, en un tipo valor que se vive consistentemente, hasta que se vuelve un hábito. Dicho de otro modo: no todos los valores son virtudes, pero las virtudes si se forman a partir de valores. Otra consecuencia: Los valores no “se tienen” o “se pierden”. No son sino maneras de percibir y apreciar la realidad.
¿Ya logré confundirlo, estimado lector? Supongo que sí. Creo que, si El Observador sigue prestándome amablemente este espacio, en las siguientes notas podré aclarar ( o confundir) aún más estos conceptos. Entre tanto, creo que sería muy útil que, todos nosotros, la próxima vez que alguien nos hable de valores o nosotros mismos lo hagamos, nos cuestionemos: ¿Realmente estoy hablando de valores? ¿No me estoy refiriendo a opiniones o a observaciones? ¿No los estoy confundiendo con virtudes y, por lo tanto, pidiendo que se les dé el mismo trato que a estas? En mis próximas notas ampliaremos el concepto de valor, nos cuestionaremos si existen los “antivalores” y entraremos a un aspecto crucial: El modo como jerarquizamos los valores. Los espero.