Don
Bernardo Quintana Arrioja, uno de los profesionales que más prestigio
dio a la ingeniería civil mexicana, solía recomendar a los jóvenes
recién graduados en esta profesión, que, aunque al salir de la
universidad se deja de ser estudiante, por ningún motivo, dejaran los
libros. Les recomendaba también que aprendieran lo más posible de los
sobrestantes, quienes, a pesar de no tener título de ingenieros, saben
resolver aquellos problemas que no contemplan los programas de estudio
en la carrera, como es encontrar comida cercana para los trabajadores o
ayudar al que se ha cortado un dedo.
De la misma manera que con el título de ingeniero, médico o abogado
no se es ya un profesional consumado, sino que hay que seguir
aprendiendo sin parar, del mismo modo el día de la boda no es más que
una luz verde para aprender el camino en el matrimonio.
Termina el crecimiento como persona individual, y comienza entonces
el crecimiento en pareja, que es más complejo y exigente. Hay que
continuar estudiando toda la vida y aprendiendo, incluso de aquellos
que llevan la delantera en la experiencia, aunque no hayan estudiado
tanto como nosotros. Y hay que prepararse para el matrimonio, como se
prepara el profesional en la universidad. Porque quien se casa mejor
preparado, construye un matrimonio más feliz.