Pasar al contenido principal

"Parentalizar" a los hijos

"Parentalizar" a los hijos       

Magaly Arenas / Hacer Familia   

 Los encargos en la casa tienen la ventaja de hacer que los niños, independientemente de su edad, se sientan parte del buen funcionamiento de la familia y sepan que esto no sólo le corresponde a la mamá, al papá y a la persona que ayuda en la casa.

Este es el ideal, pero el lado negativo aparece cuando los padres se extralimitan y les dan más responsabilidades de las que deben. Entonces se dice que se ha “parentalizado” a los hijos.

Siempre los encargos y las responsabilidades se piden de acuerdo a la edad y las capacidades de cada niño.

Si por ejemplo, en una casa no hay plata para pagarle a un jardinero, el encargo de hacer el jardín no se le puede dar al hijo al que le cuesta más hacer las tareas del colegio, sino al que le vaya mejor o que disponga de más tiempo.

“La prudencia de los padres es muy importante. El encargo no los puede desconcentrar de sus actividades”, dice el profesor Carlos Ugarte, subdirector del Colegio Cordillera.

Lo más adecuado es asignarle responsabilidades acordes a lo que están viviendo, como hacer su cama o preparar sus bolsos de gimnasia.

“En ese sentido, es mejor compartir que darle toda la responsabilidad a uno solo diciéndole: ‘preocúpate que tus hermanos hagan la cama’. Al decirle a cada uno: ‘tú antes de salir haces tu cama, tú haces tu cama, tú haces tu cama’, la responsabilidad es individual’”, explica Lucía Godoy, psicóloga y profesora de la Universidad Andrés Bello.

“Que los hijos asuman responsabilidades mayores puede darse sólo de manera ocasional. Si esto se produce una vez a la semana, no hay problema, pero hay situaciones en la que se abusa de dejar al hijo mayor al cuidado de los hijos menores, y pasa prácticamente el hijo a ser el padre o la madre”, añade la psicóloga.

El hijo “parentalizado” suele ser el mayor y necesita su propio espacio para crecer y desarrollarse. No le corresponde asumir la sobrecarga de trabajo de la madre, del padre, o el hecho de ser muchos hermanos. “La responsabilidad del cuidado de los hijos debe recaer siempre en los padres”, señala Godoy.

Al hijo mayor es posible encargarle a sus hermanos, pero de manera más general. Ella sugiere decirle al niño: “en el colegio de vez en cuando ve a tus hermanos”, que es muy distinto a: “en el colegio tú tienes la responsabilidad de preocuparte de tus hermanos”.

Otra situación es cuando los hijos se quedan solamente con la nana: se le puede pedir al hijo mayor una vigilancia más bien indirecta del resto de los hijos y pedirle que actúe solamente si se produjera alguna situación muy especial.

Los niños que sufren los efectos de la “parentalización” tienden a disciplinar inadecuadamente a sus hermanos, dejan de vivir sus propios procesos y se vuelven poco alegres porque se exageró la virtud de la responsabilidad y del servicio.

Efectos sobre los niños

“Cuando los hermanos mayores están cumpliendo una función de poder sobre los hermanos menores, les provoca la necesidad de ser modelos, y como modelos van a tener una mejor conducta y desempeño. Está probado que los niños mayores, debido a esta situación, tienden a ser más inteligentes dentro del núcleo familiar por esta responsabilidad que tienen respecto a los hijos menores”, dice Godoy.

Pero agrega que “como son niños, muchas veces no conocen los límites. Por eso algunos pueden tender a disciplinar inadecuadamente a los menores”.

El mayor problema de los hijos que son “parentalizados” es que dejan de vivir su propio proceso, “dejan de vivir el desarrollo acorde a su edad por cumplir una función que le corresponde a un adulto”, señala la psicóloga.

Otro de los efectos que el profesor Ugarte ve en los niños cuando tienen responsabilidades desproporcionadas, es que se ponen serios. “La vida se les hace muy seria. Tienen sobre sus hombros cosas que no le corresponden por edad, viven el rigor de la vida. ¡Hasta les cambia la expresión!”.

“Cuando hay niños que tienen que cuidar a sus hermanos menores porque su madre trabaja fuera de la casa y son niños de 13 ó 14 años, ese peso de la vida los hace madurar muy fuerte y se vuelven rígidos, no juegan. El exceso de responsabilidades en niños que no están preparados produce inflexibilidad, se vuelven poco alegres porque se exageró la virtud de la responsabilidad y del servicio, ya no hay virtud. Puede pasar también que la persona se hastíe y se pase para el otro lado y se ponga indolente”, comenta el profesor.

Además, la relación entre los hermanos se deteriora porque se crean conflictos entre ellos porque se dan cuenta que su hermano es un igual y no alguien con un derecho especial.

Cuando se sobrepasa el límite

“Puede ser que un padre o una madre no tengan una capacidad adecuada para ejercer el control sobre los hijos, sobre todo si son hijos muy seguidos. Muchas veces esa incapacidad hace que tiendan a delegar funciones en el hijo mayor, cuando en realidad, lo que se debiera hacer es consultar con un especialista y cambiar la forma de actuar respecto a sus hijos”, expresa Godoy.

A veces la situación familiar o la situación económica hacen dar mayores responsabilidades a los niños. ¿Cómo saber si se traspasó el límite? “Cuando el hijo mayor sanciona, castiga a los otros hermanos porque la madre o el padre delegan esa responsabilidad con el objeto de no hacerse problemas. Es una seria y clara señal de alerta que está provocando una situación que es muy injusta para el hijo mayor y que puede causar mayores problemas porque el hijo –niño o adolescente– no tiene el criterio de un adulto. La responsabilidad siempre, siempre, debe ser del padre con criterio formado. Los límites, las reglas y las sanciones las deben poner ellos, nunca un hijo”.

El polo opuesto

Para el profesor Carlos Ugarte lo más habitual en su experiencia educativa ha sido lo contrario, es decir, que a los niños no se les den responsabilidades.

“Los hijos se van desprendiendo y creen que su única función es que les vaya bien en el colegio. Lamentablemente, los papás contribuyen en esa actitud. La experiencia es que centran mucho a los hijos en el quehacer educativo directo. Dicen cosas como: ‘no moleste al niño que está estudiando, que está haciendo una maqueta’, y mandan a la persona que trabaja en la casa. Incluso se llega a que no contestan ni el teléfono, no se sirven un vaso de agua y no recogen los platos de la mesa”.

Ugarte describe que “en el colegio uno ve diferencias notables entre niños que cooperan en sus casas y aquellos que no. Por ejemplo, en las casas donde la nana se va temprano y los niños tienen que recoger la mesa y preparar las cosas para el desayuno, suelen ser en el colegio niños organizadores, que cooperan, no se hacen problema, no se quejan de nada. Se andan ofreciendo, tienen iniciativa y no encuentran que estén haciendo nada del otro mundo”.