1. Para saber
La educación que los padres imparten no termina nunca, pues siempre tendrán su experiencia para ilustrar y compartir, no solo con sus hijos, sino con sus nietos y conocidos. Sin embargo, eso no implica que los padres hayan de tener siempre a sus hijos sujetos a su lado. Es preciso, educarlos en libertad.
2. Para pensar
Las comparaciones tienen una parte que se aplica y que ayuda a comprender mejor una realidad. Un autor, comparaba a los hijos con los barcos. Así, al ver un barco en el puerto, imaginamos que está en el lugar más seguro. Pero el barco no está para permanecer ahí. Sólo está preparándose y abasteciéndose para lanzarse luego al mar y encontrarse con el destino para el que fue creado, saliendo al encuentro de sus propias aventuras. Dependiendo de lo que la naturaleza le tiene reservado, podrá desviar la ruta, trazar otros caminos o buscar otros puertos. Podrá volver de nuevo al puerto, donde seguro que habrá gente feliz esperándolo, pero volverá más experimentado por el aprendizaje adquirido y enriquecido por las diferentes culturas que conoció. Así sucede con los hijos, por más seguridad y sentimientos de protección que puedan sentir junto a sus padres, ellos nacieron para navegar los mares de la vida, correr sus propios riesgos y vivir sus propios retos.
El amor de algunos padres les hace pensar que el lugar más seguro de sus hijos es junto a ellos. Se olvidan de prepararlos para navegar y, aunque cueste soltar las amarras, y que encuentren su propio lugar, donde podrán sentirse seguros, felices y convencidos de que en un futuro deberán ser puerto, a su vez, para otras personas. Nadie puede trazar el destino de sus hijos. Pero, se ha de asegurar que lleven en su equipaje valores como: humildad, honestidad, disciplina, respeto, diligencia, perseverancia, gratitud y generosidad. Esas reservas estarán en el interior de cada uno para buscar la verdadera felicidad. Una felicidad que no es algo heredado o transmitido y la lleven a bordo. Sino una conquista personal. Los hijos nacieron para convertirse un día en ciudadanos de este mundo.
Los padres pueden desear la sonrisa de los hijos, más no pueden sonreír por ellos; pueden contribuir por la felicidad de los hijos, mas no pueden ser felices por ellos. Por ello los padres no deben manipular los pasos de los hijos, ni éstos descansar sobre las conquistas paternas y dejarse mantener cómodamente el resto de su vida. La Sagrada Escritura aconseja:
“Educa al muchacho al comienzo de su camino, que luego, de viejo, no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
3. Para vivir
En una entrevista a San Josemaría Escrivá, recogida en el libro “Conversaciones”, daba el siguiente consejo en educación:
“Los padres que buscan sinceramente el bien de sus hijos, después de los consejos y las consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza para que nada perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de servir a Dios. Deben recordar que Dios mismo ha querido que se le ame y se le sirva en libertad, y respeta siempre nuestras decisiones personales” (n. 4)