[img_assist|nid=5165|title=Monseñor Mario de Gasperín Gasperín|desc=|link=popup|align=right|width=0|height=]
Pablo de Tarso
Por su ciudad de origen es conocido el gran Apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso. Pablo adorna con su nombre, con su vida y con sus enseñanzas a su ciudad natal. Se sentía orgulloso de su ciudad: “Yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad importante” (Hech 21, 39).
Así, con orgullo, se presentaba ante el comandante de la guardia romana, y razón no le faltaba, pues Tarso era la capital de la provincia romana, centro comercial, cruce de caminos y encuentro entre culturas y religiones. Pablo, ciudadano romano, le da un nuevo esplendor a esta vieja ciudad, aunque ahora allí sea escaso su recuerdo. Vicisitudes o ingratitudes de la historia. Pero el honor que Pablo le confirió se conservará siempre en la memoria cristiana. Es ley del cristiano honrar a su ciudad y a su gente.
Otro, muy distinto, es el uso geográfico de los nombres entre los paganos. Las ciudades y sus ciudadanos se destinan a honrar a sus jefes, mandatarios o tiranos. Cesarea de Filipo, por ejemplo, lugar de la confesión de fe de Pedro, lleva dos signos de dominio humano, el del emperador Augusto y el de Herodes Filipo. El gobernante o el héroe sobrepuesto a los ciudadanos, que le sirven de pedestal. Esta tendencia es común a los regímenes impositivos, cuyas reminiscencias encontramos, sin culpa de los próceres implicados, en títulos como San Miguel de Allende, Santiago de Arteaga, Cadereyta de Montes etcétera, modificando los de origen. A veces la suplantación es total.
La toponimia cristiana es para honrar a la ciudad o al lugar, donde el Santo llega como peregrino, huésped, misionero o servidor. Santiago se hace de Chile, de Cuba, de Compostela o de Querétaro; San Cristóbal de la Habana, San Agustín de Hipona, Santa Teresa de Ávila, la Madre Teresa de Calcuta, como San Pedro lo es de la Cañada o de Tolimán. Jesús no se avergüenza de ser de Nazaret. El santo cristiano no se apropia, sino que se identifica con la ciudad y la gente a la que sirve. Llega como gracia, no como imposición. Se hace “conciudadano de los santos”, dirá Pablo, el de Tarso.
† Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro