Monseñor Gea se ha despedido en paz de su sede episcopal, con la conciencia tranquila de haber cumplido con su deber de obispo (vigilante).Le podrán achacar vehemencia y modos poco políticos (“flagelo” ) le han llamado en su actuación.
Lo importante es que nadie podrá decir de él que ha sido "un perro mudo". No hay que preocuparse tanto por lo que los demás puedan decir de uno, cuando la conciencia está tranquila y se obra para agradar a Dios y cumplir con su deber de pastor.
Los humanos no somos billetes de 100 euros que agradan a todos. Todo hombre público y más un obispo, coherente con su conciencia y el evangelio, encontrará en su actuación agradecimiento de unos y crítica de otros.
Como Jesús de Nazaret, todo obispo debería ser signo de contradicción para cuantos le oyen o le tratan. Como colofón de su ministerio episcopal, ahora se va de misionero a América. Chapeau. Ojalá dejase escuela en otros obispos españoles. Falta hace